El estado brasileño de Río Grande do Sul enfrenta una emergencia sin precedentes debido a las fuertes lluvias que han azotado la región en los últimos días. La Defensa Civil local ha confirmado un trágico balance de 100 personas fallecidas y 128 aún desaparecidas a causa de las inundaciones.
Las consecuencias de este desastre climático son desgarradoras: más de 163 mil personas se encuentran desplazadas, sin un techo donde cobijarse. La magnitud del impacto se refleja en la afectación de 417 de los 497 municipios del estado y en más de 1.4 millones de personas afectadas en total.
Mientras continúan las labores de rescate en las áreas inundadas y las crecidas de los ríos persisten, el Centro Nacional de Monitoreo y Alerta de Desastres Naturales (CEMADEN) emitió una alerta de alta probabilidad de nuevas ocurrencias hidrológicas en el sureste y suroeste del estado, así como en la capital, Porto Alegre.
Por su parte, la empresa de investigación meteorológica MetSul Metereologia advirtió que las inundaciones en el sur del estado podrían intensificarse en los próximos días, exacerbando aún más la crisis.
Ante la posibilidad de nuevas precipitaciones, la Defensa Civil estatal ha instado a la población, especialmente a aquellos que han sido rescatados en la región metropolitana de Porto Alegre, a no regresar a las zonas inundadas. Los riesgos tanto físicos como para la salud, debido a la transmisión de enfermedades, continúan siendo elevados.
Este desastre climático ya está siendo catalogado por las autoridades como el peor en la historia del estado. Sin embargo, la solidaridad y el esfuerzo conjunto no cesan: tanto miembros de la Defensa Civil como del Cuerpo de Bomberos, las Fuerzas Armadas y fuerzas de seguridad de otros estados han unido sus fuerzas en las labores de rescate. Además, numerosos voluntarios se han sumado a la causa, utilizando embarcaciones, motos acuáticas e incluso tractores para ayudar a evacuar a las personas atrapadas por las inundaciones.
Uno de estos valientes voluntarios, Daniel Farias, relató su experiencia en la zona de Eldorado do Sul, donde las lluvias han dejado una estela de devastación. “Hasta el último segundo, hasta el último momento en que estas aguas retrocedan, no voy a apagar el tractor. Voy a estar allí continuamente para rescatar y buscar gente”, declaró a Reuters. Su historia refleja el espíritu de solidaridad y resiliencia que prevalece en medio de la tragedia.