Italia, el país más golpeado por la pandemia del coronavirus, se aferra a la leve esperanza de que la disminución del número de muertos registrada el domingo comience a desacelerar la propagación de la enfermedad.
“Las cifras anunciadas son menores que las del sábado. Espero, y todos esperamos, que esas cifras puedan ser confirmadas en los próximos días. Pero no hay que bajar la guardia”, declaró ayer el jefe de la Protección Civil, Angelo Borrelli.
Italia, que supera las seis mil muertes, reportó el domingo pasado 651 nuevos decesos vinculadas al COVID-19, 142 menos que el récord de 793.
En Lombardía, la región del Norte que ha sufrido el mayor golpe en Italia, las cifras también a la baja son tomadas con gran cautela. “Los datos están en claroscuro. La claridad prevalece aunque no podemos cantar victoria”, matizó Giulio Gallera, responsable de Salud del Gobierno regional.
Esas cifras son de “buen augurio, aunque en realidad sólo a partir del martes (hoy) podremos saber si el confinamiento ha tenido éxito”, es decir, dos semanas después de que la medida fue adoptada a nivel nacional el 10 de marzo.
Giovanni Maga, virólogo del Instituto de Genética Molecular del Consejo Nacional de Investigación de Pavía, señaló que “la evolución de los casos positivos es a veces fluctuante. Debemos esperar al menos dos o tres días para saber si se trata de una tendencia real o no”.
Para aumentar las posibilidades de salir más rápido de la pandemia, el Gobierno amplió las medidas de confinamiento, ordenando parar toda la industria de producción no esencial y prohibiendo a los italianos desplazarse de una localidad a otra, salvo en casos “de urgencia absoluta o por motivos de salud”.
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