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Muere Isabel II, reina de Inglaterra

El Palacio de Buckingham anunció la muerte de la reina Isabel II de Inglaterra. La monarca de 96 años falleció en el castillo de Balmoral, en los Highlands de Escocia, rodeada de sus familiares más cercanos. En las últimas horas habían viajado de urgencia hacia allí su hijo Carlos, y sus nietos William y Harry.

“La Reina murió pacíficamente en Balmoral esta tarde. El Rey y la Reina Consorte permanecerán en Balmoral esta noche y regresarán a Londres mañana”, publicó la familia real en Twitter.

Un dato alcanza para mostrar la dualidad que afrontó toda su vida la reina más longeva del mundo y la mujer. Isabel, para los que la amaban Lilibet, celebraba sus cumpleaños cada 21 de abril; Isabel II, para todos Su Alteza Real, festejaba su cumpleaños el segundo sábado de junio ya que la tradición la obligaba a coincidir con el desfile del Trooping the Colour. Una persona, dos cumpleaños.

Isabel Alejandra María fue la primogénita del entonces príncipe Alberto y su esposa Isabel. La beba nació por cesárea en 1926 y creció tranquila en la residencia de White Lodge. Muchos años después como reina habitaría en el Palacio de Buckingham con sus 775 habitaciones y pasaría los fines de semana entre el castillo de Windsor, el de Balmoral, el de Holyroodhouse en Escocia o su casa en Irlanda, el castillo de Hillsborough.

La hija primogénita del príncipe Alberto creció feliz y sin presiones. Sus padres se querían y la querían. Su abuelo, el rey Jorge V, ocupaba el trono británico y su tío Eduardo príncipe de Gales, era el heredero natural de la corona. En 1930, nació Margarita, quien se convirtió en su compañera incondicional. Su mamá y una institutriz impuesta por la reina Mary, se encargaban de su formación. Nada de matemática o Letras solo etiqueta y modales, pero al menos no un clásico de la época: economía doméstica. Apenas recibía una hora y media de clases por día.

En 1936, el rey Jorge V murió y el príncipe David ascendió al trono con el nombre de Edward VIII. Pero Eduardo estaba enamorado de la norteamericana (y divorciada) Wallis Simpson y renunció a la corona por ella.

Con apenas 10 años, la princesa, que a la tarde jugaba con su perrito Dookie y montaba a caballo, supo el significado de la palabra crisis. Fue un empleado del palacio el que le comunicó que su padre se acababa de convertir en el rey Jorge VI.

“¿Quiere eso decir que serás la próxima reina?” le preguntó la princesa Margarita. “Sí, algún día”, respondió Isabel. “Pobrecita”, se solidarizó su hermana menor. De princesa sin responsabilidades pasaba a ser princesa heredera; a su formación se le agregaron lecciones de caligrafía e historia de la monarquía y de la constitución británica. Para esa época comenzó a desarrollar una manía: colocaba sus lápices en líneas perfectamente rectas e igualmente espaciadas. Y hacia algo similar con sus platos de almuerzo.

Lilibet creció escuchando que ella era el orgullo de su padre y su hermana, la alegría. Más tarde y ya como Isabel II volvió a sentir esa dualidad entre la mujer y la reina. Como hermana comprendió que Margarita se enamorara de un hombre divorciado, pero como monarca no le concedió el permiso para que se casara con él.

Entre 1939 y 1945 se desarrolló la Segunda Guerra Mundial. El gobierno sugirió que la reina y sus hijas princesas se fueran a Canadá. “Las niñas no se irán sin mí. Yo no voy a dejar al rey. Y el rey nunca se irá”. Solo aceptaron dejar Londres para trasladarse a Escocia.

El 13 de octubre, Isabel dio muestra de por qué era el “orgullo” de su papá. Con solo 14 años habló para todos los niños por la radio de la BBC. En una sociedad donde las clases sociales son muy marcadas, ellas los llamó “amigos y compañeros” y les aseguró que sabía “lo que significa estar lejos de las personas que amamos y seremos nosotros, los niños de hoy, lo que tendremos que hacer del mundo del mañana un lugar mejor y más feliz”. En 1945 se unió al ejército y se capacitó como conductora y mecánica. Su compromiso fue tan impactante que con 18 años, las leyes fueron modificadas para que pudiera tomar decisiones si su padre se ausentaba o tenía algún problema de salud.

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Fue en medio de la guerra que Lilibet conoció el amor. En una visita protocolar a la Universidad Real un cadete fue asignado a su cuidado y al de su hermana. Apareció Felipe, un joven alto y atlético que tenía el título de príncipe de Grecia pero no reino ya que se había abolido la monarquía.

Las princesas y el cadete se entretuvieron un rato, hasta que él saltó la red de la cancha de tenis. Dicen que en ese momento, la discreta Isabel, le dijo por lo bajo a su institutriz un: “Míralo cómo salta”. No lo dijo con tono de observación sino de enamorada.

Al terminar la visita, Isabel y su familia se subieron al yate real mientras Felipe las seguía en su bote. Imagine el lector esa escena. Un joven atractivo rema con el sol cayendo a sus espaldas. La visión era tan bella, que Isabel tomó un largavistas y siguió mirándolo, mirándolo y mirándolo hasta que se transformó un punto en el horizonte y en el hombre de su vida.

Asignado a la Armada Real, Lilibet y Felipe mantuvieron una relación por carta. Cada vez que a Felipe le otorgaban unos días de licencia lo invitaban a pasar esas breves temporadas en el Palacio de Windsor, aunque ni el rey Jorge VI ni la reina le hablaban al novio, a la pareja no le importaba. La princesa canturreaba por los pasillos del palacio People Will Say We’re in Love (La gente dirá que estamos enamorados) porque se sentía la mujer más feliz del mundo.

A regañadientes el rey aceptó al candidato. El 20 de noviembre de 1947, dos años después de terminada la guerra, Felipe e Isabel se casaban. El novio le regaló a su futura esposa un brazalete de diamantes y la promesa de no volver a fumar. Recibieron 10 mil telegramas de felicitaciones y 2500 regalos de todo el mundo. Isabel llevó un vestido realizado por 25 costureras y 10 bordadoras que, para dar ejemplo de austeridad, pagó una parte con cupones de racionamiento. A la boda asistieron dos mil invitados que quedaron impresionados con la seguridad de la futura esposa de apenas 21 años.

Fue la primera boda real transmitida a todo el planeta. Más de 200 millones de personas de todos los continentes escucharon la transmisión radial. Para no ostentar, los recién casados pasaron la luna de miel en el Reino Unido. No pareció importarles, se amaban. Un año después de la boda, el matrimonio anunció la llegada de su primogénito, Carlos.

En 1949 Felipe fue enviado a Malta. El matrimonio se instaló en Villa Guardamangia. Vivían felices, sin embargo Felipe de vez en cuando mostraba que detrás de sus ademanes de caballero había un hombre de temperamento complejo. “¿Es qué todavía no es suficiente?”, protestó harto de posar para unos fotógrafos. “Felipe, solo están haciendo su trabajo. Ahora que te casaste conmigo, tendrás que acostumbrarte” contestó la princesa que se impuso a la esposa.

En 1952, el matrimonio se encontraba de visita en Kenia cuando recibieron una noticia: el rey Jorge VI había muerto. Lilibet pasó a ser Isabel II, del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y de sus otros Reinos y Territorios Reina, Jefa de la Mancomunidad de Naciones y Defensora de la Fe. Con su cargo se convirtió además en la dueña de todos los delfines, ballenas y esturiones a tres millas de la costa del Reino Unido y de todos los cisnes del Támesis.

Isabel II subió al trono británico el 6 de febrero de 1952, pero la coronaron el 2 de junio de 1953 en la Abadía de Westminster. La imponente ceremonia la presenciaron ocho mil invitados y casi 27 millones de espectadores la vieron por televisión.

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