Texcapilla, un pequeño poblado en el municipio de Texcaltitlán, en el sur del Estado de México, amaneció este fin de semana sumido en la desolación. Sus calles vacías, viviendas cerradas y comercios con cortinas de acero evidencian el impacto de un enfrentamiento entre pobladores y miembros de la organización criminal La Familia Michoacana.
El viernes pasado, comuneros enardecidos emboscaron a un grupo de 10 integrantes de la organización criminal, linchándolos con machetes, palos y piedras. La brutalidad escaló con descuartizamientos, incendios y la indignación de los locales, hartos de ser víctimas de extorsión en sus plantíos de haba y avena.
El temor se apodera de Texcaltitlán, manifestándose en calles desiertas y caminos desolados. El miedo a represalias por parte del grupo criminal mantiene a la población resguardada. Las fuerzas de seguridad, incluyendo soldados y efectivos de la Secretaría de Seguridad del Estado de México, se despliegan en el área, preparadas para actuar ante cualquier amenaza.
El campo de fútbol, escenario de la masacre, muestra un macabro rastro de sangre y restos carbonizados. La presencia militar es palpable, con unidades artilladas y fuerzas de seguridad listas para proteger a la población. En redes sociales, la comunidad lamenta la pérdida de Noé Olivares Alpízar, delegado comunal, quien lideró la resistencia contra los criminales.
En este contexto de tragedia, la vida en Texcapilla se ve alterada, con escuelas cerradas y la iglesia principal resguardada como medida de seguridad. Mientras tanto, los extorsionadores buscaban imponer su “cuota” mensual amenazando los fértiles campos de haba y avena que rodean la localidad.
El sur del Estado de México vive horas de incertidumbre, marcadas por la violencia y la lucha de una comunidad que se niega a ser víctima de la delincuencia organizada.