MRS / Revista Punto de Vista / 19 de Noviembre 2024
La reciente denuncia penal contra Gerardo Sánchez Zumaya, propietario de la empresa Petrogesa, revela un preocupante entramado de corrupción y posible lavado de dinero en el sector energético mexicano. Esta situación no solo pone en tela de juicio la integridad de los contratos otorgados por Pemex, sino que también expone las vulnerabilidades del sistema de supervisión y control en una de las empresas más importantes del país.
Sánchez Zumaya ha sido acusado de operar una red que habría desviado más de 15 mil millones de pesos a través de contratos irregulares con Pemex entre 2022 y 2024, específicamente para el suministro de materias primas utilizadas en el procesamiento de combustibles. La denuncia, presentada ante la Fiscalía de Tabasco, señala que la empresa Petrogesa recibió asignaciones directas por más de 520 millones de pesos para mantenimiento y reparaciones en instalaciones petroleras. Este tipo de contratos, otorgados sin licitación pública, son un terreno fértil para la corrupción y el abuso.
Lo más alarmante es la supuesta estructura detrás de Sánchez Zumaya: una red compuesta por familiares y amigos jóvenes, muchos sin experiencia empresarial, que han creado empresas fantasmas para facturar sumas millonarias a Petrogesa. Estos individuos han emitido Comprobantes Fiscales Digitales (CFDI) que no se sustentan con gastos reales, lo que sugiere un claro intento de evadir impuestos y blanquear dinero. Por ejemplo, uno de los implicados ha emitido facturas por más de mil 800 millones de pesos sin haber registrado un solo gasto legítimo.
Este escándalo no solo afecta a Sánchez Zumaya y su empresa. También plantea serias preguntas sobre la gestión y supervisión dentro de Pemex. La petrolera estatal ha sido criticada por su falta de transparencia en la asignación de contratos y sus controles internos. La denuncia actual podría ser solo la punta del iceberg en un sistema donde los procesos son opacos y donde los mecanismos para detectar irregularidades parecen ineficaces.
Es imperativo que las autoridades mexicanas tomen medidas decisivas. La investigación debe ser exhaustiva y transparente, abarcando no solo a Sánchez Zumaya y sus cómplices, sino también a cualquier funcionario dentro de Pemex que haya facilitado estos contratos irregulares. Además, es fundamental implementar reformas que fortalezcan los mecanismos de control interno en Pemex y promuevan una competencia leal entre proveedores.
La situación actual representa una oportunidad para que México reevalúe su enfoque hacia la corrupción en el sector energético. Si no se actúa con firmeza, se corre el riesgo de normalizar prácticas corruptas que socavan la confianza pública y afectan gravemente la economía nacional.