
El brutal asesinato de Antonio y sus hijos, Gael y Alexander, ocurrido el pasado domingo, ha sacudido profundamente a la sociedad sinaloense. Este hecho, que refleja la violencia persistente en el estado desde el 9 de septiembre, desencadenó una multitudinaria marcha de más de 5 mil personas por las calles de Culiacán.
“Con los niños no”, se leía en pancartas y se escuchaba en los cánticos de padres, empresarios, activistas y niños que claman por el regreso de la paz perdida. La protesta, convocada por el maestro Víctor Manuel Aispuro, director de la primaria Sócrates, buscaba visibilizar la violencia que afecta a todos, incluyendo a los más vulnerables.
El contingente, vestido de blanco, recorrió el Centro de Culiacán y finalizó frente al Palacio de Gobierno, exigiendo al gobernador Rubén Rocha Moya que actúe para frenar la narcoguerra que azota al estado. Según datos de la Fiscalía General, en poco más de cuatro meses, Sinaloa ha registrado mil desapariciones y más de 800 asesinatos, entre ellos 20 menores.
La protesta se tornó tensa cuando algunos manifestantes irrumpieron en el Palacio de Gobierno, causando daños materiales. “Hay que demostrar que somos mejores personas que él”, dijo un manifestante en un intento por calmar los ánimos. A pesar de la indignación generalizada, la jornada fue un reflejo del hartazgo y un grito desesperado por justicia.
El asesinato de Antonio y sus hijos, quienes fueron víctimas de un intento de robo mientras circulaban por el bulevar California, ha dejado un vacío en la comunidad. Antonio, gravemente herido, pudo pedir ayuda antes de fallecer. Sus hijos sucumbieron horas después. La tragedia dejó una huella imborrable en una ciudad que anhela recuperar la paz.
Ante la negativa de Rocío, madre de los niños, a reunirse con el gobernador en privado, se espera una nueva marcha el próximo domingo. La exigencia es clara: justicia y un alto a la violencia que sigue arrebatando vidas.