
Este fin de semana, entre el 7 y el 9 de febrero, México vivió una jornada de extrema violencia, registrando un total de 230 homicidios en diversas entidades del país. La cifra supera los 220 asesinatos ocurridos en el primer fin de semana del año, el cual abarcó del 3 al 4 de enero, marcando un aumento preocupante en la violencia.
El estado más afectado por esta ola de homicidios fue Guanajuato, que lideró las estadísticas con 44 muertes violentas. En segundo lugar, se encuentra Sinaloa, donde se registraron 19 asesinatos. Estos dos estados han sido históricamente puntos críticos en el mapa de la violencia en México debido a los enfrentamientos entre cárteles y la presencia de organizaciones criminales.
En Sinaloa, la situación de violencia se ha intensificado desde septiembre, cuando comenzaron los enfrentamientos entre facciones del Cártel de Sinaloa tras la entrega de Joaquín Guzmán López al gobierno de Estados Unidos, lo que generó una ruptura en la estructura del cártel. Además, el presunto secuestro de Ismael “El Mayo” Zambada, otro de los líderes más importantes de la organización, ha exacerbado los niveles de inseguridad.
De acuerdo con el informe oficial, desde el mes de septiembre hasta la fecha, Sinaloa ha registrado mil 119 personas privadas de la libertad, de las cuales 393 han sido localizadas con vida. Sin embargo, 726 personas siguen sin aparecer, un dato que resalta la creciente violencia y la impunidad en la región.
A pesar de los esfuerzos del gobierno estatal, la violencia no cesa y la situación sigue siendo grave, especialmente en Guanajuato y Sinaloa, donde los homicidios y las desapariciones forzadas continúan siendo una realidad cotidiana. La creciente ola de violencia no solo refleja el impacto del crimen organizado, sino también la debilidad de las estrategias de seguridad pública en estos estados, que siguen siendo incapaces de garantizar la seguridad de la población.