
Un incidente técnico grave, minimizado por su rector y vinculado a nombramientos cuestionables, expone una alarmante falta de responsabilidad en la máxima casa de estudios potosina. La falla fue innegable. Durante horas críticas, cientos de estudiantes aspirantes a la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) se enfrentaron a un sistema colapsado, incapaces de imprimir la indispensable ficha para presentar su examen de admisión. La angustia y la frustración fueron reales y palpables. Sin embargo, la respuesta del Rector Alejandro Zermeño Guerra fue de minimización y desdén.
Frente a la prensa, un rector visiblemente molesto y evasivo, optó por el discurso del “no pasó nada”. Aseguró que fue un “problema tecnológico” resuelto “en algunas horas”, que “afortunadamente” se solucionó “bien” y, lo más categórico –y difícil de creer ante el torrente de quejas–, que “nadie dejó de presentar su examen por esta razón”. Esta afirmación, hecha a la ligera, desoye el evidente estrés y potencial perjuicio ocasionado a jóvenes en un momento de máxima presión. Trivializar un fallo que puso en riesgo un proceso tan vital como el acceso a la educación superior no es solo insensible; es irresponsable.
Pero la historia no termina con la falla técnica. La sombra de la opacidad y el amiguismo se cierne sobre este incidente. Surge con fuerza el cuestionado nombramiento de Juan Carlos Godoy Sánchez como Jefe del Departamento de Administración de Tecnologías de la Información. Las quejas internas son claras: Godoy Sánchez ocupa un puesto técnico clave sin poseer siquiera una licenciatura, designado por Claudia Elena Pesina Sifuentes, Jefa de la División de Informática. La percepción generalizada, y difícil de refutar sin transparencia, es que primó la relación de amistad sobre los criterios académicos y profesionales.
¿Es casualidad que un sistema que resistió incluso los embates de la pandemia colapse ahora, bajo la gestión de un responsable sin el perfil adecuado? La comunidad universitaria y la sociedad potosina tienen derecho a preguntárselo. El rector Zermeño, sin embargo, eludió por completo dar explicaciones sobre este polémico nombramiento durante su recorrido por los lugares de examen. La falta de respuesta alimenta la sospecha y la desconfianza.
Este episodio revela un patrón preocupante en la rectoría de Zermeño Guerra: la minimización de fallas graves convirtiéndolas en simples “cuestiones técnicas” resueltas, negando sus impactos reales; la opacidad al evadir preguntas incómodas sobre decisiones administrativas controvertidas; la posible tolerancia o promoción de nombramientos basados en lealtades antes que en méritos y competencias, poniendo en riesgo áreas sensibles; y un desdén hacia la comunidad mostrado en una actitud defensiva y molesta frente al legítimo cuestionamiento de la prensa y la comunidad universitaria.
La UASLP merece más. Los miles de jóvenes que confían su futuro a esta institución merecen sistemas robustos, administrados por los profesionales mejor calificados, y una dirigencia que asuma la responsabilidad ante los errores en lugar de esconderlos bajo la alfombra con un “no fue mayor problema”. Minimizar el incidente y silenciar las razones estructurales que pudieron provocarlo, como un nombramiento inadecuado, no soluciona nada; agrava la crisis de credibilidad.
La cultura del “no pasó nada” y el “aquí no hay problema” es el caldo de cultivo perfecto para la incompetencia y la opacidad. La UASLP, patrimonio de los potosinos, no puede permitírselo. Es hora de que su máxima autoridad actúe con la responsabilidad y el respeto que la comunidad universitaria y la sociedad exigen. Lo ocurrido no fue un “pequeño problema”. Fue una alerta roja sobre el manejo de la institución. Ignorarla sería el mayor error.










