
MRS / Revista Punto de Vista / 26 de agosto 2025
La fotografía política del Senado ha cambiado, y con ella, la radiografía de un partido que alguna vez fue el eje de la vida nacional. El PRI ha perdido un escaño, pero más que eso, ha perdido la narrativa de poder que aún intentaba sostener. Hoy, con apenas 13 senadores, se ve relegado a la cuarta posición, por debajo del Partido Verde Ecologista de México, que suma 14 y, con ello, se acomoda cómodamente en una de las vicepresidencias de la Mesa Directiva.
No es poca cosa. El Partido Verde, que durante años fue visto como un apéndice útil de otros partidos, hoy tiene más presencia que el propio PRI en la cámara alta. Y mientras el Verde crece en influencia, el PRI se desliza hacia un rincón cada vez más irrelevante.
La pérdida del escaño no sólo es numérica, es simbólica. Representa la caída de un partido que fue capaz de diseñar el sistema político mexicano, moldear las instituciones y, durante décadas, imponer la agenda. Hoy, en cambio, el PRI se ve reducido a negociar desde la orilla, sin peso suficiente para condicionar acuerdos ni espacios de poder.
La historia no perdona la decadencia. El PRI, que alguna vez fue el partido de Estado, ahora es un partido en búsqueda de identidad, incapaz de retener lealtades y con un electorado que lo observa con más nostalgia que confianza.
El Verde, con su conocida capacidad de acomodarse en cualquier administración, aprovecha la oportunidad. Su avance proviene de un crecimiento ideológico y de un respaldo ciudadano considerable; también de saber estar en el lugar correcto, con la alianza correcta y en el momento preciso. Esa habilidad pragmática es la que hoy le permite superar al PRI y disputar espacios clave.
El mensaje es claro: en la política mexicana no gana quien tiene historia, sino quien sabe sobrevivir.
El PRI enfrenta un dilema existencial. O se reinventa con una narrativa fresca, creíble y cercana a la ciudadanía, o se resigna a ser un partido testimonial que sirve de comparsa en las mesas de negociación. Cada escaño perdido es también un voto menos en la posibilidad de ser un actor central.
Lo que ocurre en el Senado es apenas una muestra de lo que vive en todo el país: un PRI menguante, incapaz de generar liderazgos sólidos, atrapado entre su pasado glorioso y un presente que lo condena a la irrelevancia.










