Vendidos a Xavier Nava, pasan por alto la brutalidad policíaca
El “Guacho”, y demás Navistas fifí también callan como momias
Juan Antonio Rodríguez Chessani, quien llegó a estar preso por defender comerciantes informales, ahora come de la mano del alcalde Xavier Nava Palacios, y le sirve a este incluso como esquirol y parte de un belicoso grupo de choque cuando es necesario.
Rodríguez Chessani tiene décadas como representante de los vendedores del tianguis de El Rebote, conocido como el mercado de “Las Vías”, y siempre había mostrado una postura crítica con los gobiernos en turno, hasta que el nieto de Salvador Nava Martínez le llegó al precio.
Otro representante de comerciantes que había llevado una férrea defensa de los intereses de los locatarios del Mercado República, y que apoyaba derechos de la ciudadanía era Arturo Pérez Alonso, a quien se le ve también sin pudor alguno cooptado por el Ayuntamiento de la Capital.
Y qué decir de otros aguerridos representantes de gente humilde, como el conocido líder del Movimiento del Pueblo Libre, Pedro Torres, quien se corrompe gustoso por el presidente municipal, dejando incluso que éste le organice y le pague sus cumpleaños y demás fiestas.
Pero todo eso tiene un precio: es el de perder la dignidad.
Es el precio de tener que guardar silencio ante graves atropellos que sufren los ciudadanos que antes defendieron.
Es el precio de tolerar la vergüenza pública de que sea mejor un organismo oficialista como la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) o un partido conservador como Acción Nacional los que levanten la voz por las agresiones contra mujeres comerciantes.
Es la vergüenza de tener que tragar camote y comulgar con ruedas de molino por apoyar a un gobierno ineficiente para dar servicios, represor para gobernar, y que además se maneja en una ambigüedad cómplice para entregar la Sierra de San Miguelito a empresarios depredadores.
En el pasado reciente, uno solo de los incidentes de represión y brutalidad policíaca ordenados hoy desde el Ayuntamiento navista de la capital hubiera sido suficientes para que estos líderes tomaran la calle, exigiendo la renuncia del alcalde.
Hoy lo único que han tomado, hasta el momento, es un vergonzoso silencio incluso cuando las agraviadas son mujeres que policías municipales arrastran por el piso, como ocurrió con la abogada Teresa Carrizales, desalojada con violencia de la oficialía del Registro Civil a su cargo.
Después se dieron dos o tres incidentes de agravios y conatos de violencia contra compañeros de esos líderes sociales, es decir, gente que se dedica a subsistir del comercio irregular, pero todos ellos guardaron silencio.
Y ahora, este martes 6 de agosto, la represión contra gente que se gana la vida honradamente subió de tono, cuando fueron agredidas mujeres que tienen sus puestos en el pasaje ubicado entre el templo de El Carmen y el Teatro de la Paz.
Fue un ataque injustificado, brutal, transgresor de los derechos de esos puesteros, ya que ellos no estaban siendo parte de ninguna invasión, ni violando ninguna disposición municipal, ya que ahí han estado por décadas.
Tan han estado ahí esas mujeres trabajadoras, que la ciudadanía que pasea por el Centro Histórico las conoce. Acuden con ellas para comprar dulces, elotes, libros, bisutería.
Tan están en la legalidad y en sus derechos esos comerciantes, que por varias administraciones han sido respetados, y ellos han correspondido incluso pagando sus cuotas municipales.
Fue entonces un atentado desde cualquier punto de vista que se les vea, pero los citados “líderes sociales” han cerrado los ojos ante no una, sino varias muestras consecutivas de un gobierno municipal represor, que solo tiene el apellido navista para mayor vergüenza de los potosinos.
Algo similar ocurre también con el navismo de clase media y alta, que también está amordazado de conciencia, pues en su pelea contra el gallardismo están también encubriendo, tolerando, y disculpando una pifia tras otra del nieto de Salvador Nava Martínez.
Eso ocurre con el antes valeroso notario Eduardo Martínez Benavente, eso sucede con muchos “ciudadanos decentes” agrupados en organismos como el llamado Frente Ciudadano Anticorrupción.
Todos ellos hoy callan como momias, para decirlo con una de las frases típicas del presidente Andrés Manuel López Obrador.