Demostrando el por qué se ha presentado en numerosas ocasiones en la Casa de Beethoven en Bonn, en el Beethovenfest, así como en festival Beethoven@home y en el Beethoven-Campus, de Alemania, así como en su natal Austria, Hungría, Italia, los Países Bajos, Eslovaquia, el Principado de Liechtenstein y Suiza, Hanna Bachman hizo gala de la gran musicalidad, creatividad y habilidad técnica durante los tres movimientos que conforman este tercer Concierto (Allegro con brio, Adagio y rondó), ganándose el reconocimiento del público con el aplauso de pie, mismo que la pianista agradeció al regalar dos piezas como encore en cada una de sus presentaciones con la OSSLP.
La segunda parte no fue menos brillante, pues la OSSLP, bajo la batuta de su titular, Mtro. José Miramontes
Cabe destacar que este programa se integró con dos piezas gestadas con un eje común: la admiración de los autores hacia los creadores que les antecedieron, y la innovación y evolución del concierto y la sinfonía, respectivamente, tras sus obras; pues por un lado la fascinación de Beethoven por Mozart le hizo exclamar “¡Nunca seremos capaces de crear algo así!”, al tiempo que se balanceaba marcando el tiempo embelesado cuando escuchó un ensayo del Concierto para Piano, de Mozart, y luego, en 1803, logró crear una obra que, sin salirse de las estructuras clásicas, dio mayor importancia a las cualidades melódicas del instrumento solista al aprovechar que a finales del siglo XVIII se amplió el registro del piano, incorporando notas adicionales al rango de las cinco octavas hasta entonces tradicionales, por lo que Beethoven emplea por primera vez la nota alta Sol en un concierto, y da mayor importancia a las cualidades melódicas del instrumento solista, al tiempo que utiliza los diferentes timbres de la orquesta plasmándola como un gran instrumento, logrando así un equilibrio del sonido con una nueva sensibilidad, dando paso al molde obligado del concierto clásico del Romanticismo.
Y por su parte, es muy conocida la declaración que hiciera Johannes Brahms al director de orquesta alemán Hermann Levi: “No tienes idea de lo que significa tener un gigante que marcha detrás de ti” (refiriéndose a Beethoven), pues aunque era un personaje a quien admiraba profundamente, estableció en Brahms un estándar tan alto que el joven compositor encontraba sus propias creaciones insignificantes al compararlas con las del Genio de Bonn. Quizá por eso le llevó al menos catorce años completar su Primera Sinfonía (los primeros bocetos datan de 1862 y se estrenó el 4 de noviembre de 1876).
Sin embargo, Brahms crea uno de los testimonios más asombrosos de toda la literatura sinfónica con su Primera Sinfonía. Es un homenaje a Beethoven, y aunque hace claras referencias a las obras de los grandes compositores que le antecedieron y construye su obra en cuatro movimientos, a la manera tradicional, le imprime una mentalidad más cercana al siglo XX, por lo que en ella recae el sobrenombre de la “Décima Sinfonía”, al considerarse la primera obra que merecía el nombre de Sinfonía después de las de Beethoven, según lo estimó Hans von Bülow, compositor, pianista y uno de los más famosos directores de orquesta alemanes del siglo XIX, alumno de Richard Wagner y Franz Liszt, y que luego se conociera así por muchos otros.