Durante la velada del viernes, el Mtro. Mario Alonso López Navarro, director del Museo Othón, dio inicio al programa con una semblanza del poeta homenajeado, y los asistentes pudieron escuchar además un pequeño fragmento de su obra en una grabación en la voz de Alejandro Aura (q.e.p.d.) durante el intermedio.
La OSSLP inició en ambas presentaciones con la Fantasía Mexicana, de Richard Siwy, obra que ha
Luego arribó al escenario el músico oaxaqueño Faustino Díaz, quien con una impecable ejecución del trombón, eufonio y trompeta, respaldada como egresado del Conservatorio Nacional de Música en México, del Rotterdam Conservatorium, de Holanda, y de la Alta Escuela de Música de Lausana, además de ser parte de una familia con más de 100 años en la música, inició su interpretación con una obra escrita por Felix Alexandre Guilmant (quien fue el encargado de estrenar el gran órgano de la Catedral de Notre Dame) que le fue comisionada por el Conservatorio de París por los años 1900 para un examen de grado: “Pieza para Trombón” (Morceau Symphonique Op.88).
Luego vendría la la Fantasía y Variaciones sobre el Carnaval de Venecia, transcripción para eufonio que realizara Jean Baptise Arban influenciado por el virtuosismo de Niccolo Pagnini en el violín y en un intento de probar su instrumento dentro del repertorio solista, Arbán desarrollo su propia técnica y en esta obra, además de mostrar las capacidades interpretativas del eufonio, demostró el virtuosismo técnico del maestro Faustino Díaz, lo que le valió la ovación de los asistentes a ambos conciertos, obligándole a salir en varias ocasiones a recibir el aplauso cerrado, regalando como encore una Romanza, del compositor y trompetista mexicano Rafael Méndez.
Para cerrar los conciertos y tras un breve intermedio, la OSSLP arribó al escenario para interpretar bajo la batuta del Mtro. Florez Almaraz como director huésped, la Segunda Sinfonía, de Jean Sibelius. Obra estrenada el 8 de marzo de 1902 en Helsinki, Finlandia, bajo la batuta del compositor. De carácter nacionalista, esta pieza manifiesta sonoramente los valores que Sibelius observó durante la independencia de su país: patriotismo, arrojo, desafío, fascinación por la danza y la música vernácula de su patria, preocupación, fuerza, gran pasión y esperanza, a lo largo de los cuatro movimientos que la integran.