Editorial “Un Encantador” Por Juan Carlos Ortiz

Una leyenda alemana del siglo XIII, cuenta la historia de un personaje desconocido que llega a un pueblo y al ver la desesperación de los habitantes por una infestación de ratas, ofrece sus servicios para eliminar la plaga a cambio de una recompensa. Tras pacto firmado, el forastero sacó su flauta y al hacerla sonar, hizo que los roedores le siguieran, las condujo hasta el río Weser donde perecieron ahogadas, liberando a así a Hamelín de su desgracia.

A lo largo de la historia moderna muchos flautistas han conseguido que no solo ratas, sino hombres y mujeres les sigan encantados.

Cayo César primer general romano en explorar la Britania y la Germania, fue el génesis del imperio romano, pero fue asesinado en el senado en pleno auge de su popularidad. Personajes como Catalina la Grande, Simón Bolivar, Abraham Linconl y Mahatma Gandhi; casi todos envueltos en muertes violentas, vivieron con gran prestigio y popularidad, su arrastre como sus ideas prevalecerán por siempre.

Hay otro ejercicio autocrático, que parecido a los liderazgos pero que no necesariamente se basa en ideas democráticas, sino en el prestigio y carisma de un solo personaje; y que en muchas ocasiones genera fanatismo, adoración y en extremos: adoctrinamiento: Es el caudillismo, figura recurrente de la América Latina inestable y bipolar. pero no exclusiva.

Adolf Hitler poderoso orador atrajo a miles con su discurso de cambio y fortaleza. Benito Musolini líder italiano Fascista conquistó a su pueblo hasta el fanatismo, con su perspectiva nacionalista. Y el generalísimo Francisco Franco en España consiguió su mandato vitalicio. En México Emiliano Zapata y Francisco Villa, fueron caudillos en ideas y en las armas y sus seguidores siguen, más de 100 años después.

La popularidad es la base, el ataque a la disidencia la constante, y la característica principal de los gobiernos caudillistas es el alejamiento de las decisiones democráticas a través del desprecio a las instituciones y a las leyes.

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La primera semana de mayo tres asuntos llamaron mi atención.

1.- La insistente e implacable embestida contra la transparencia y la ciencia, porque parece que, para el poder preguntar y pensar nos hace aspirar peligrosamente a la democracia. El ladrón apaga la luz para robar mejor, el político para traficar influencias.

2.- La gran popularidad del presidente que, según el financiero superó el 58 por ciento me hace pensar que la propaganda es eficaz; y que la sociedad de este país está contenta de vivir lo vivido, por lo que el periodo caudillista está apenas comenzando. Lo que, por cierto, en los 32 feudos se repite, invariablemente.

3.- El estilo de gobernar está fácil, no meterse con el de arriba y conquistar a los de debajo de preferencia con un circo bien armado, y mientras más caro el artista es mejor, así que las Rosalías de Zócalo son de manual político. Entre obra y obra, un concierto de asoma.

El gobierno está bien y de buenas; la 4T va requetebién; y cada vez más, amplia su poder y alcance, su principal aliado y socio está contento, construyendo y ampliando su influencia, afuera de los cuarteles sí, pero en acciones del orden civil a la que poco a poco se van acostumbrando.

Las encuestas le dan la razón al caudillo, la masa lo adora y lo sigue en su discurso por más hipócrita que este sea. Le siguen sin remedio, embelesados, absortos y confiados como al flautista de Hamelin.

El desenlace de la leyenda alemana habla de que, al no recibir la recompensa prometida, volvió a tocar su flauta, pero esta vez para encantar a los niños de la aldea, a quienes llevó hasta una cueva y los hizo desaparecer. Al final mostró su perfil macabro, vengativo y que probablemente, era su verdadero rostro. Insisto hablo de la leyenda.

 

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