Especialistas del proyecto GAM (Gran Acuífero Maya) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) descubrieron cientos de artefactos arqueológicos en Balamkú (Dios Jaguar), un santuario subterráneo de Chichén Itzá, Yucatán, hallado hace más de 50 años.
Se trata de más de 200 incensarios tipo Tláloc, así como braseros, vasijas, cajetes, malacates y metates miniatura que forman parte de siete ofrendas de la cueva Balamkú, ubicada a 2.7 kilómetros al este de la Pirámide de El Castillo o Templo de Kukulcán, en Chichen Itzá.
El lugar se ubica a 24 metros de profundidad justo al este de la pirámide El Castillo o Templo de Kukulcán y aunque fue descubierto fortuitamente hace medio siglo por ejidatarios, a pocos días fue cerrado con un montículo de piedras.
En conferencia de prensa Guillermo de Anda, investigador de la Coordinación Nacional de Arqueología del INAH, comentó que la cueva no ha sido saqueada, ya que acceder a ella es muy difícil: tuvieron que introducirse por grietas de máximo 40 centímetros de circunferencia.
En la cueva están creciendo estalagmitas, lo cual no habla de un gran estado de preservación de la cueva. Si hubiera habido una alteración se notaría de inmediato. Es un lugar magnífico, algunas de las vasijas están fragmentadas y puede ser por efecto natural o a causa de un proceso de matado ritual”, explicó.
En 2018, al menos 14 especialistas del proyecto GAM lo redescubrieron; a su juicio, se trata de uno de los hallazgos más importantes para comprender la historia de Chichen Itzá, incluso más que la cueva de Balamkanché.
Otros objetos encontrados
A la fecha, los expertos han encontrado siete ofrendas que los antiguos mayas realizaban para sus dioses:
- Incensarios
- Vasijas que conservan restos carbonizados
- Alimentos
- Semillas
- Jade
- Concha
- Huesos
Debido a que Balamkú se trata de un verdadero tesoro de información, indicó que irán con mucha cautela y que recolectan el lodo porque éste también puede decir mucho.
Expertos indicaron que el acceso a la cueva es muy limitado, “no hay más de cuatro personas al interior trabajando. Además el oxígeno es muy escaso y cada vez es más difícil entrar para registrar todo. Sin embargo, es una gran suerte haber estado en este lugar porque significa una segunda oportunidad en la arqueología”, comentaron.
El santuario subterráneo ha sido recorrido hasta 450 metros y la mayor parte del tiempo lo hicieron pecho tierra; la cueva está siendo resguardada por el INAH en colaboración con los ejidatarios de la zona.
Fuente: AGENCIAS