Biden pedirá a AMLO que se una para reclamar más libertad en Cuba

La situación política en Cuba se ha colado en la agenda de la cumbre que se celebrará este jueves en Washington entre los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden; México, Andrés Manuel López Obrador y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau. Según aseguró el lunes un alto funcionario de su Administración, Biden pedirá a sus homólogos que se unan para exigir al Gobierno cubano que respete a quienes reclaman mayor libertad en la isla, después de que la presión policial, las detenciones de opositores y la vigilancia de las casas de varios activistas y periodistas independientes disuadieran de la celebración de la jornada de protestas anunciada para el 15 de noviembre. Las mismas fuentes expresaron que la Casa Blanca está “trabajando en construir un apoyo internacional serio” a esas demandas.

La posición de la Administración de Biden choca frontalmente con la que ha mostrado López Obrador, que ha repetido en numerosas ocasiones su apoyo al Gobierno de la isla y ha criticado el bloqueo impuesto precisamente por Estados Unidos. La última vez ha sido este lunes. Horas antes de la Marcha por el Cambio convocada en la isla, el presidente mexicano aseguró: “No se puede asfixiar a los cubanos que han decidido mantenerse en Cuba. Estoy en contra del bloqueo, creo que es inhumano, nadie tiene derecho a que mediante esas prácticas se lleve a un pueblo a rebelarse contra su gobierno”. Este diario se puso en contacto con la Cancillería mexicana para conocer la postura de México respecto a las intenciones del Gobierno de Estados Unidos, pero no ha respondido a la petición de comentarios.

Por otra parte, un grupo de legisladores republicanos, liderado por los cubano americanos Marco Rubio, María Elvira Salazar y Mario Díaz-Balart, ha exigido este martes a Biden que hiciera de Cuba “una prioridad diplomática”, ante la represión del Ejecutivo de Miguel Díaz-Canel del movimiento de “intelectuales, jóvenes y artistas que quieren la libertad política”. Cuba vivió unas intensas jornadas de protestas en julio que atrajeron las miradas de la comunidad internacional.

Un asesor de Biden, Jake Sullivan, declaró el domingo en una entrevista en la CNN con el periodista Fareed Zakaria sobre la situación en Cuba: “Las cosas han cambiado. En julio vimos unas protestas sustanciales, las más significativas en mucho tiempo. Y vimos una brutal represión por parte del Gobierno que continúa hasta el día de hoy mientras se sigue dictando sentencia contra algunos de esos manifestantes”. Zakaria le había preguntado por la política del presidente de Estados Unidos hacia la isla. Biden no ha retomado el deshielo iniciado en los años de Obama, entre las presiones de los sectores conservadores del exilio. La Casa Blanca ha dejado claro que quiere encontrar una “tercera vía”, entre la apertura del Obama y la mano dura que impuso Trump.

Es la primera reunión de los mandatarios norteamericanos en cinco años. Y llega después de que la semana pasada se abrieran las fronteras terrestres entre los países, tras año y medio cerradas por la pandemia. El cambio climático, la política migratoria y la seguridad sanitaria en tiempos de pandemia serán los grandes temas del encuentro entre los tres países, que juntos forman un club conocido oficiosamente como los “Three Amigos”. A la mesa se sentarán también los grandes problemas económicos del momento: el desabastecimiento, que obligará a los países a hacerse menos dependientes de las cadenas de suministro asiáticas, y la inflación, que ha marcado a finales de la semana pasada su máximo en 30 años en Estados Unidos, poniendo en peligro la viabilidad del proyecto de Biden. Este firmó el lunes su ansiado plan de infraestructuras, valorado en 1,75 billones de dólares y que está llamado a devolver parte de la confianza a un Estados Unidos exhausto y enfrentado.

La relación de amistad vecinal pasó durante la administración de Donald Trump por su mayor crisis desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, por sus siglas en inglés), que creó en 1994 una zona propicia para los intercambios comerciales en la región, a base de eliminar la mayoría de aranceles a los productos entre los tres países. Trump definió ese pacto durante la campaña que lo llevó al poder como “el peor acuerdo de la historia”, porque consideraba que dejaba a los trabajadores estadounidenses en desventaja competitiva. Trump, cuya beligerancia hacia los mexicanos fue una de las armas más toscas de su carrera presidencial en 2016, enojó dos años después a Canadá y México con una subida de los aranceles al aluminio y el acero.

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