La jueza ultraconservadora Amy Coney Barrett, nominada para el Tribunal Supremo por el presidente de Estados Unidos (EU), Donald Trump, evadió responder sobre temas como el aborto, la posesión de armas o la religión.
“Los jueces no pueden levantarse un día y decir: tengo una agenda, me gustan las armas, odio las armas; me gusta el aborto, odio el aborto. Y simplemente andar por ahí como una reina e imponer su voluntad al mundo”, dijo Barrett durante su comparecencia ante el Senado de EU.
Además, enfatizó que “no se ha comprometido” con la Casa Blanca a fallar de ninguna forma en polémicos casos, como el de la reforma sanitaria del expresidente Barack Obama, que evaluará el Tribunal en las próximas semanas.
La jueza, declarada católica conservadora, insistió en que será capaz de separar sus resoluciones judiciales de su religión.
“Tengo una vida repleta de personas que han tomado decisiones diferentes, y nunca he intentado, en mi vida personal, imponerles mis decisiones. Lo mismo ocurre en mi ámbito profesional”, apuntó.
Barrett dijo que sabía que su fe sería “caricaturizada” y su familia sufriría ataques; pero prefirió seguir adelante en el proceso porque quiere “servir a su país”.
Salvo algún giro drástico e inesperado, los republicanos cuentan con los votos para confirmar a Barrett, a quien presentan como “una jueza reflexiva con credenciales impecables”. Sería la tercera magistrada nombrada a la Corte durante la presidencia de Trump.
Los republicanos quieren confirmar su nombramiento antes de la jornada electoral del próximo 3 de noviembre.
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