El gobierno de Nicolás Maduro y la oposición venezolana iniciarán el viernes en la capital mexicana una nueva etapa de diálogos con la que se busca destrabar años de confrontación, pero para muchos venezolanos no hay expectativas de que el proceso dé resultados.
En una calle de clase media del oeste de Caracas, Damaris Álvarez, coordinadora de una escuela de música estatal de 35 años, afirmó que dará seguimiento a las negociaciones entre el gobierno y la oposición, pero insistió en que su prioridad es “resolver el día a día”.
“Estamos en un campo que está lleno de minas, pero tú ves que la gente trata de ver cómo sobrevive”, dijo al hablar de las complicaciones que enfrenta a diario junto a su familia porque su salario, de unos cuatro dólares al mes, le resulta insuficiente para comprar los alimentos ante la desbordada hiperinflación. Al igual que muchos de sus vecinos, Álvarez vende galletas y pasteles para ganar algo más de dinero.
“Las encuestas demuestran que hay un profundo deseo de cambio, pero también hay un cansancio, no sólo por la lucha diaria por la supervivencia, sino también por la incapacidad de los políticos hasta ahora para hacer alguna diferencia en su vida diaria”, dijo Cynthia Arnson, directora del Programa Latinoamericano del Wilson Center. “Creo que hay un gran escepticismo”.
Delegados de Maduro y de la oposición, que lidera Juan Guaidó, sostendrán el viernes un primer encuentro en la Ciudad de México en el que se espera que definan la metodología de trabajo y el cronograma para las próximas reuniones. Sobre los temas que se debatirán en el nuevo proceso de diálogo no se conocen mayores detalles. Al respecto Maduro sólo adelantó que la agenda incluye siete puntos.
En representación del gobierno venezolano participarán el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez; el gobernador del estado central de Miranda, Héctor Rodríguez, y el diputado Nicolás Maduro Guerra, hijo del mandatario.
Por la oposición vendrán el exalcalde Gerardo Blyde al frente de la delegación, más otros miembros de las principales fuerzas opositoras, entre ellos Carlos Vecchio, representante de Guaidó en Estados Unidos; Tomás Guanipa, secretario general del partido Primero Justicia, y el dirigente socialcristiano Roberto Enríquez, quien estaba refugiado desde hace cuatro años en la residencia del embajador de Chile en Caracas y obtuvo un salvoconducto de parte del gobierno para salir de la sede diplomática y viajar a México.
Los diálogos se llevarán a cabo bajo la mediación del gobierno de Noruega, que hace dos años promovió una iniciativa similar que fracasó. Representantes de Rusia y Holanda también intervendrán en el proceso como acompañantes de las delegaciones del gobierno y la oposición, respectivamente.
Estados Unidos no participará directamente en las conversaciones, pero los analistas coinciden en que podría desempeñar un papel fundamental debido a que Maduro ha centrado sus exigencias para sentarse a dialogar en que Washington levante las sanciones que enfrentan su gobierno y más de medio centenar de funcionarios y allegados desde hace cuatro años.
El gobierno del presidente Joe Biden, que reconoce a Guaidó como presidente encargado de Venezuela, se ha mostrado a favor de un diálogo que genere las condiciones que permitan elecciones democráticas y transparentes en la nación sudamericana. La Unión Europea es del mismo sentir.
El mes pasado Washington aceptó levantar una de las sanciones para permitir a las compañías no estadounidenses exportar a Venezuela gas licuado de petróleo, el cual se utiliza para cocinar. La decisión fue considerada un “gesto de buena fe” para promover el diálogo.
Al hablar de las exigencias que llevarán sus delegados a la mesa de negociaciones, Maduro dijo el fin de semana que pedirán el “levantamiento de todas las sanciones”, el “reconocimiento de las autoridades legítimas y constitucionales” y que la oposición “renuncie a la violencia”. Con respecto a la agenda que llevará la oposición, The Associated Press se enteró que sus delegados pedirán la definición de un cronograma electoral, un plan masivo de importación de vacunas contra el COVID-19 y “elecciones libres y transparentes”.
Con 96,2% de su población en la pobreza, una inflación que en los primeros cinco meses del año alcanzó una tasa acumulada de 264,8%, y una contracción económica que se ha extendido siete años y que se prevé que este año sea de 10%, según proyecciones del Fondo Monetario Internacional, Venezuela enfrenta la peor crisis económica y social de su historia.
A diferencia de los procesos de diálogo que se desarrollaron entre el 2017 y 2018 y en el 2019, en esta oportunidad el gobierno de Maduro va en una condición de fortaleza frente a una oposición muy debilitada por las fracturas internas y la pérdida este año de la Asamblea Nacional, que era su último bastión.
“Hay unidad para enfrentar los procesos que vienen en la negociación”, afirmó Guaidó el jueves por la noche al desestimar las divisiones dentro la coalición opositora. En el acto en el este de la capital venezolana, dijo también que el objetivo de los diálogos en México es “la búsqueda de una solución a la crisis”.
“La oposición no tiene absolutamente nada que llevar a la mesa”, dijo el académico venezolano Félix Seijas, director de la firma de estudios de investigación estadística Delphos, al asegurar que los sectores adversos a Maduro no tienen mayor peso de negociación porque han perdido el poder de convocatoria en las calles.
Si bien el fracaso de los anteriores procesos de diálogo ha reducido las expectativas de que haya un gran avance en este proceso, algunos férreos críticos de Maduro como Elliott Abrams, quien fue enviado especial para los asuntos de Venezuela durante el gobierno de Donald Trump, reconocen que las condiciones para las negociaciones han mejorado.
Eso se debe a que, a diferencia de las conversaciones anteriores, el apoyo nacional e internacional a Guaidó se ha desvanecido, debilitando su capacidad para exigir la destitución de Maduro. Menos de 10 de las más de 60 naciones que alguna vez reconocieron el gobierno interino de Guaidó aún mantienen ese reconocimiento, según un informe del Wilson Center este mes.
“Hay más posibilidades de éxito si define el éxito como llegar a un acuerdo”, dijo Abrams, quien ahora es investigador principal de estudios de Oriente Medio en el Consejo de Relaciones Exteriores. “Pero si lo define como una mejora real en las condiciones de los derechos humanos, por ejemplo, la libertad de reunión o la libertad de prensa, entonces no estoy seguro de que haya progreso”.
La detención a mediados del mes pasado del dirigente Freddy Guevara, un estrecho colaborador de Guaidó que estaba participando en el proceso de acercamiento con el gobierno, puso en riesgo el nuevo proceso de diálogo. Pero finalmente la oposición decidió seguir adelante.
Fuente: https://www.infobae.com