En la costa occidental de Japón, la tragedia se agrava con el aumento de réplicas mortales y la amenaza inminente de deslaves. Los sismos de la semana pasada han dejado un saldo de 126 fallecidos, incluyendo un niño de 5 años cuyo estado empeoró repentinamente. Las autoridades advierten sobre el riesgo de colapso de carreteras cruciales y la posibilidad de bloqueo en el reparto de ayuda.
Las ciudades más afectadas, Wajima y Suzu, registran 69 y 38 víctimas mortales respectivamente, con más de 500 heridos y al menos 27 en estado grave. Las infraestructuras colapsan, con tejados desplomados y carreteras deformadas. Más de 200 personas aún están desaparecidas, mientras que el suministro eléctrico se restablece gradualmente, pero la escasez de agua persiste.
En un gesto inusual, el líder norcoreano, Kim Jong-un, envía condolencias al primer ministro japonés, Fumio Kishida, sumándose a mensajes de apoyo de líderes internacionales. La situación se complica en un Japón envejecido, con una economía frágil centrada en artesanías y turismo.
La operación de rescate se intensifica con miles de soldados entregando agua, alimentos y medicinas a más de 30 mil evacuados. Sin embargo, la urgencia crece mientras se detectan más de 100 deslaves que cortan carreteras cruciales, complicando el acceso a las zonas afectadas.