A medida que México se hunde en la recesión y en un creciente brote de COVID-19, su líder comenzó la semana cambiando el tema a los excesos mimados de sus rivales, mostrando, una vez más, el lujoso avión presidencial de su predecesor que se niega a usar y está intentando vender.
El presidente Andrés Manuel López Obrador, un populista de izquierda que se presenta a los medios de comunicación todas las mañanas a las 7 de la mañana, trasladó su conferencia de prensa del lunes a un hangar en el aeropuerto internacional de Ciudad de México, donde los reporteros fueron llevados al Boeing 787 Dreamliner con cama extragrande y sala de conferencias. Fue traído la semana pasada de California, donde ha estado estacionado por más de un año.
El presidente ha convertido el avión en el símbolo de Gobiernos y opositores pasados, a quienes retrata como delincuentes amantes del golf y educados en el extranjero que usan su poder para enriquecer a sus compinches y desviar fondos públicos.
En su conferencia de prensa del lunes, el presidente limitó las preguntas al avión.
“Necesita tratar de volver a su tema de corrupción, y el avión presidencial es una prueba clara de esa corrupción”, dice Estrada. “Es una apuesta muy arriesgada porque no ha cumplido en ningún otro lado. Están desesperados por mostrar resultados, pero llegarán a las elecciones con la economía en su peor nivel”.
Las autoridades dijeron que hay dos ofertas por el avión, una de las cuales incluye un depósito de US$1 millón. AMLO, como se conoce al presidente, dijo que esperaba anunciar un comprador en los próximos días.
La semana pasada, dijo que una de las ofertas era por US$120 millones. En el pasado, rechazó una oferta por US$125 millones porque era menor a una valoración gubernamental del avión de US$130 millones.