El 2 de octubre de 1968, en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, ocurrió la masacre que fisuró el monolito de poder inconmensurable que desde 1929 había concentrado el PRI. A partir de entonces la oposición de izquierda abrió espacios, salió de la clandestinidad.
Todos los lugares comunes que marcan principio y fin, término y comienzo se han ocupado para tratar de encasillar lo que comenzó el 22 de julio de 1968, con una gresca entre jóvenes y que terminó en una matanza con distintos saldos de muertos: el gobierno manejó en primera instancia 20, luego 26 muertos, incluido un soldado. Un periodista deportivo del diario británico The Guardian, enviado a cubrir los Juegos Olímpicos, escribió que habían sido 325. Investigaciones de National Security Archive, institución no gubernamental estadunidense, contabilizó al menos 44 muertos, diez sin identificar. La Fiscalía especial creada en 2002 registró 37.
325 muertos dijo que hubo un corresponsal de un diario británico
Los hechos quedaron registrados en los medios de comunicación. El titular principal de la edición del 3 de octubre de 1968 de Excélsior dice: “Recio combate al dispersar el Ejército un mitin de huelguistas”; el sumario de esta información apunta: “Se luchó a balazos en Ciudad Tlatelolco; hay un número aún no precisado de muertos y veintenas de heridos”. La segunda nota en importancia es: “No habrá estadio de sitio, afirma García Barragán”. Marcelino García Barragán era el secretario de la Defensa Nacional.
Después de un conflicto estudiantil nimio que ocurrió el 22 de julio de 1968, 72 días atrás, el 3 de octubre de hace 50 años se publicó en la primera plana de Excélsior la información de los hechos en Tlatelolco.
La tercera nota en importancia del diario hoy hace 50 años dice: “Veinte muertos, 75 heridos y 400 presos”. Este título engloba los hechos ocurridos entre las seis y diez de la tarde y las nueve de la noche del 2 de octubre de 1968. También se publicó como previa, la probable declaración del Comité Olímpico Internacional (COI), sobre la situación en que quedaban los Juegos Olímpicos a partir de la masacre y la lesión que sufrió en la balacera en Tlatelolco la periodista italiana Oriana Fallaci.
Las tres fotografía que publicó Excélsior el 3 de octubre de 1968 en la primera plana sobre sobre lo ocurrido en la Plaza de las Tres Culturas son del fotógrafo Carlos González.
Las imágenes son de un granadero accionado un lanza granadas de gas lacrimógeno; otra, son 17 soldados apuntando hacia las ventanas del edificio Chihuahua de la Unidad Nonoalco Tlatelolco, desde donde supuestamente estudiantes dispararon a los soldados (pero que en realidad era francotiradores mandados por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz para provocar al Ejército), y en la tercera se ve a un grupo de jóvenes detenidos cuando son llevados a un transporte militar.
Excélsior publicó información relacionada con el conflicto estudiantil, desde el primer hecho, el 21 de julio de 1968, en la Plaza de La Ciudadela y que los historiadores marcaron como el origen de lo que se convirtió en el Movimiento Estudiantil. Se han dado otras fechas y otros hechos, anteriores o posteriores, pero todo comenzó en la preparatoria privada Issac Ochoterena.
En los hechos del 2 de octubre de hace 50 años, hubo un hecho incontrovertible que marcó el inicio de la masacre: el resplandor de luces de bengala. De este hecho Excélsior lo resaltó en su información del día.
Durante el sexenio de Vicente Fox (20002006) se creó en 2001 La Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP) que investigó distintos hechos. Uno de ellos, la masacre de Tlatelolco. Entonces se puso énfasis en el estallido de luces de bengala en la Plaza de las Tres Culturas aquel 2 de octubre de 1968, como una señal para iniciar el ataque en contra de la multitud en la explanada.
En una entrevista a su único titular que tuvo la FEMOSPP, Ignacio Carrillo Prieto se le preguntó sobre el tema:
-¿Las luces de bengala forman parte de la trama?
-Sí. Hemos confirmado que fue la señal para que los que habían preparado la trampa pudieran comenzar a actuar.
En la edición Excélsior del 3 de octubre de 1968, el hecho de la bengala está consignado en la nota principal. Es el penúltimo párrafo de esa información y dice: “Una luz de bengala lanzada desde el templo de Santiago, originó todo. No se sabe cómo. Quizá era una señal, tal vez causó una confusión”.
Esta mención a las bengalas no fue la única que se publicó ese 3 de octubre de hace 50 años en Excélsior. En la crónica firmada por Miguel Ángel Martínez Agis, titulada “Edificio Chihuahua: 18 hrs.”, donde la emoción emerge.
En el sexto párrafo de esa crónica el periodista escribió: “Cuatro luces de Bengala de color verde cayeron sobre los espejos de agua. Eran las 18:10 horas”.
Abel Quezada, que ocupaba un sitio en las páginas editoriales de Excélsior, con un cartón diario, publicó en su espacio habitual un cartón que hizo época: todo es un lienzo negro, titulado “¿Por qué?”
La información que Excélsior publicó sobre los hechos del 2 de octubre de 1968 cumple con los siete conceptos básicos del periodismo: qué, quién, cuándo, dónde, por qué y cómo.
El arranque de la nota principal dice:
Un mitin convocado por el Consejo Nacional de Huelga en la Plaza de las Tres Culturas fue dispersado ayer por el ejército y la policía, lo que originó un en encuentro a tiros que se prolongó más de una hora.
Decenas de personas resultaron heridas. Hay un número aún no determinado de muertos.
Los hospitales de la Cruz Roja y de la Cruz Verde quedaron bajo el control policiaco desde las 21:00 horas. La orden fue dada por el general Raúl Mendiolea Cerecero, subjefe de la policía.
Entre los heridos está el general José Hernández Toledo, director de la ocupación de la Ciudad Universitaria. Su estado, se dijo en el Hospital Central Militar, es grave. Recibió un balazo en el pecho.
Grupos de huelguistas, desde el tercer piso del edificio Chihuahua, de la Unidad Tlatelolco dispararon contra soldados y policías.
A las 21:00 horas varios edificios habían sido totalmente ocupados por la tropa y se realizaban cateos en otros.
Antes de la orden policiaca, la Cruz Roja había informado haber atendido a cincuenta heridos de bala, entre ellos cuatro militares y quince niños. Varios de ellos están graves.
El mitin se inició a las 17:30 y empezó a ser dispersado a las 18:10.
Una luz de bengala, lanzada desde la torre del templo de Santiago originó todo. No se sabe cómo. Quizá era una señal; tal vez causó confusión.
A partir de ese momento los disparos surgían por todos lados; lo mismo de lo alto de un edificio de la Unidad Tlatelolco que de la calle.
La segunda noticia en importancia, firmada por Jesús M. Lozano, relacionada con el entonces titular de la Defensa nacional y su mensaje, dice así:
El secretario de la Defensa Nacional, general Marcelino García Barragán, dijo anoche en una conferencia de prensa: “El comandante responsable soy yo. No se decretará el estado de sitio: México es un país donde la libertad impera y seguirá imperando. Hay militares y estudiantes muertos y heridos. Si aparecen más brotes de agitación actuaremos en la misma forma. Los estudiantes heridos están en calidad de detenido; y se les consignará. Hago un llamado a los padres de familia para que controlen a sus hijos, con el fin de evitarnos la pena de lamentar muertes de ambas partes; creo que los padres va a atender el llamado que les hacemos”.
En la tercera nota en importancia de hoy hace medio siglo publicada en Excélsior se lee:
Esta madrugada, poco después de la una, el señor Fernando M. Garza, director de prensa y relaciones públicas de la Presidencia de la República, dijo ante poco más de 60 periodistas y corresponsales extranjeros, que en los disturbios de ayer hubo “cerca de 20 muertos, 75 heridos y más de 400 detenidos”.
El señor Garza repitió varias veces, a las preguntas de los periodistas, que sus declaraciones no eran oficiales. Afirmó que la intervención de la autoridad, ayer, en la Plaza de las Tres Culturas, “acabó con el foco de agitación que ha provocado el problema”.
La entrevista de Garza con los periodistas extranjeros ocurrió poco después que los corresponsales, a través del señor Raimundo Cuervo insistieron en obtener información oficial sobre los acontecimientos.
Otra de sus afirmaciones fue: “Se garantiza la tranquilidad durante los Juegos Olímpicos. Hay y habrá vigilancia suficiente para evitar problemas”.
La información publicada en Excélsior sobre el mitin convocado por el CNH, dice que inició a las 17:30. Desde una hora antes, centenares de manifestantes –estudiantes, hombres y mujeres, señoras con niños– habían comenzado a reunirse en la Plaza de las Tres Culturas.
Dice la nota que entre los asistentes cundió el rumor de que había decenas de agentes policiacos, vestidos de civiles entre ellos. En los edificios cercanos, los inquilinos abrieron sus ventanas para observar lo que acontecía.
El primer orador afirmó que el movimiento estudiantil continuará “a pesar de todo”. Dijo que ya había logrado algo importante: despertar la conciencia y politizar a la familia mexicana. Lanzó ataques a las autoridades. Subió otro orador que dijo ser de la Facultad de Comercio y Administración. Cuando iniciaba su discurso se anunció que en ese momento arribaban representantes de sectores amigos, Estos fueron ovacionados. Mientras que dos helicópteros sobrevolaban la Plaza de las Tres Culturas.
Reseña la crónica que en tanto el orador seguía lanzando ataques a las autoridades, decenas de activistas repartían propaganda y vendían ejemplares del órgano del movimiento estudiantil, llamado El victorioso, a cincuenta centavos.
Cuando tomó el micrófono una muchacha, la multitud se calculaba en unas cinco mil personas. Después de ella habló otro joven. Cuando terminaba de hablar, había transcurrido escasos cuarenta y cinco minutos.
Las luces de bengalas
De pronto, tres luces de bengalas aparecieron en el cielo. Caían lentamente. Los manifestantes dirigieron, casi automáticamente, sus miradas hacia arriba. Y cuando comenzaron a preguntar de qué se trataba, se escuchó el avance de los soldados. El paso veloz de éstos fue delatado por el golpeteo de los tacones de sus botas. Luego se Inició la balacera. Con ello la confusión. Nadie observó de dónde salieron los primeros disparos.
Sigue la nota publicada en Excélsior hoy hace medio siglo: entonces, la Plaza de las Tres Culturas se convirtió en un infierno. Las ráfagas de ametralladoras y fusiles de alto poder, zumbaban en todas las direcciones. La gente corría, de un lado a otro. Muchos se arrojaron al suelo. Otros (se protegieron en escalinatas y en los vestigios prehispánicos de la Plaza. Los periodistas. Nacionales y extranjeros, que junto con fotógrafos y camarógrafos habían sido comisionados para informar del mitin. se tiraron al suelo. Las tropas, que aparecieron por el oriente de la Plaza, avanzaron rápidamente y en cuestión de minutos, se apoderaron del sitio.
Pero los disparos no amainaron. Por el poniente a un costado del edificio de la Secretaria de Relaciones, vieron aparecer tanques ligeros. Llegaron hasta las puertas del edificio Chihuahua. Decenas de personas, tiradas pecho tierra, se protegían con las manos sobre la cabeza. El tiroteo era generalizado. El ruido de la balacera, tiros de metralletas, rifles de alto poder, pistolas, se confundían con los gritos. El fuego intenso duró 29 minutos. Luego los disparos decrecieron, pero no acabaron. Cerca de las 19:00 horas, cuando empezaba a anochecer, la situación comenzó a ser controlada por el Ejército.
En ese momento, los tanques ya estaban en las entradas del edificio Chihuahua, donde se habían fortificado los líderes del Consejo (Nacional) de Huelga.
Una vez que amainó el fuego, decenas de personas con las manos en alto —periodistas y reporteros gráficos entre ellos— fueron conducidos por los soldados hasta el muro sur de la Iglesia de Santiago Tlatelolco.
Ahí todos fueron cacheados. Una a una las personas fueron pasadas hacia un corredor que forman el costado norte del edificio de la Secretaria de Relaciones Exteriores y el sur del templo de Santiago. Todos, a excepción de fotógrafos y periodistas que pudieron identificarse, quedaron detenidos. Luego fueron llevados a un lugar seguro, en Relaciones. Los representantes de los diarios pudieron retirarse. Algunos de ellos maltrechos, golpeados y hasta con lesiones leves. El fotógrafo de Excélsior, Jaime González, quien junto con el reportero Ramón Morones fue comisionado para cubrir la información del mitin, fue herido por un soldado. La cámara fotográfica le fue quitada y estrellada contra el suelo. Después fue hecha añicos a culatazos. Cuando trató de protestar recibió un bayonetazo en una mano. Al mitin acudieron varios periodistas extranjeros, comisionados por sus órganos de difusión para cubrir los Juegos Olímpicos. Algunos habían realizado entrevistas antes de que comenzara el tiroteo.
Toda la información recopilada y publicada en la edición del 3 de octubre de 1968 en Excélsior, fue de los reporteros Jaime Reyes Estrada, Emilio Viale (que hace unas semanas murió), Miguel Ángel Martínez Agís y Fausto Fernández Ponte, así como a los fotógrafos Ricardo Escoto y Carlos González y a los camarógrafos del Noticiario Excelsior, Javier y Roberto Zetina e Ignacio Malfabón.
Esta histórica información dice que la situación que los periodistas encontraron fue la siguiente: Varios cadáveres en la Plaza de las Tres Culturas. Decenas de heridos. Mujeres histéricas con sus niños en los brazos. Vidrios rotos. Departamentos quemados. Las puertas de los edificios destruidos. Las cañerías de algunos, rotas. De varios edificios salía agua. Y las ráfagas aún continuaban.
Los reporteros observaron también que entre las casi mil personas que fueron detenidas se encontraban casi todos los dirigentes del Consejo Nacional de Huelga. Estos fueron desnudados y puestos contra la pared, con las manos arriba. Casi todos fueron capturados el edificio Chihuahua. Tres pisos de este inmueble ardieron. Al parecer por una fuga de gas. Corresponsales extranjeros fueron detenidos también.
Los periodistas de Excélsior fueron testigos de cómo el edificio Chihuahua fue desocupado, casi en su totalidad violentamente. Los soldados rompieron puertas y ventanas. También fueron destrozadas las tiendas de ese edificio. Unos trescientos tanques, unidades de asalto jeep y transportes militares tenían rodeada toda la zona, desde Insurgentes a Reforma, hasta Nonoalco y Manuel González. No permitían salir ni entrar a nadie, salvo rigurosa identificación. Dentro de la confusión se supo que algunos estudiantes fueron muertos cuando disparaban contra los soldados, desde las ventanas de por lo menos diez edificios. Casi todos los detenidos fueron golpeados con culatas y pistolas. A las 21:00 horas fue desalojado el edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores. La policía puso a salvo a los empleados. De allí sacaron a un chofer, que fue herido por una bala perdida que penetró por uno de los ventanales.
Algunos de los jefes militares, al ser abordados por los periodistas, dieron esta versión de cómo se iniciaron los hechos: El general José Hernández Toledo, que dirigió la operación, se dirigió a los manifestantes. Que les dijo que no podían salir. Aseguran que cuando hablaba por el magnavoz, un grupo se desprendió de los manifestantes y disparó. Entonces se inició la balacera. Hernández Toledo, fue herido de bala.
Esta es la abigarrada crónica de los hechos que se publicaron hoy hace 50 años en Excélsior sobre la matanza de la Plaza de las Tres Cultural en Tlatelolco, que de por sí ya era famosa, se convirtió en el escenario de la masacre que no tiene comparación en México y a partir del cual ya nada fue igual.
Fuente: AGENCIAS