En medio de una creciente tensión diplomática, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y su homólogo ecuatoriano, Daniel Noboa, se enfrentan al desafío de encontrar una salida a la crisis desencadenada por el allanamiento de la Embajada de México en Quito. La situación se agudizó cuando Noboa, en una entrevista reciente, afirmó no arrepentirse de haber ordenado la intervención para detener a Jorge Glas, exvicepresidente de Rafael Correa, quien había recibido asilo político en la sede diplomática mexicana.
La comunidad internacional ha expresado su condena ante el allanamiento, considerado una violación flagrante de la inviolabilidad de las sedes diplomáticas, un principio fundamental en el derecho internacional. Sin embargo, Noboa ha defendido su decisión argumentando que fue una respuesta a lo que él percibió como una violación de convenciones internacionales por parte del Gobierno mexicano al otorgar asilo a Glas.
En este contexto tenso, Noboa ha sorprendido al proponer una vía de reconciliación poco convencional: invitar a López Obrador a comer, sugiriendo un encuentro informal para dialogar y encontrar una solución a la crisis. En sus declaraciones, Noboa mencionó la posibilidad de compartir platos típicos de ambas naciones, como ceviche y tacos, como gesto de buena voluntad para iniciar un diálogo constructivo.
Por su parte, López Obrador ha dejado claro que considera el tema del allanamiento de la embajada como algo de suma seriedad y ha expresado su desaprobación ante la situación. Sin embargo, aún no se ha pronunciado sobre la propuesta de Noboa para un encuentro cara a cara.
