
JCCN / Revista Punto de Vista / 26 de noviembre 2025
La huelga de brazos caídos que mantienen trabajadores del Instituto Tecnológico de San Luis Potosí (ITSLP) no es un episodio aislado ni un gesto impulsivo: es la consecuencia acumulada de años de desgaste institucional, tensiones internas y una preocupante desconexión entre la comunidad educativa y quienes dirigen el plantel. Lo que hoy sucede no solo afecta a docentes y administrativos; exhibe el deterioro profundo de una institución clave para la formación tecnológica en el estado.
La protesta encabezada por la delegación sindical D-V-88 coincide con un brote de inconformidad estudiantil que difícilmente puede considerarse fortuito. Mientras los trabajadores denuncian hostilidad laboral, acoso, división interna y decisiones unilaterales que afectan su desempeño, los estudiantes levantan la voz por algo tan básico como instalaciones dignas, infraestructura funcional y una atención seria a sus inquietudes. Cuando diferentes sectores de una institución protestan por caminos distintos pero por razones convergentes, el problema no es menor: es estructural.
La secretaria general del sindicato, Rosario Villaseñor Oliver, expresó un sentimiento que se ha extendido entre la base trabajadora: la desesperación de no ser escuchados por las autoridades del Tecnológico Nacional de México. Esa misma sensación se observa entre los estudiantes, quienes hace dos semanas entregaron un pliego petitorio de 35 puntos que sigue sin respuesta. La reunión celebrada el 24 de noviembre, en la que los directivos se limitaron a escuchar sin asumir compromisos concretos, evidenció una forma de gestión que evade los problemas en lugar de resolverlos.
Más grave aún es la acusación de intimidación hacia los alumnos, quienes denunciaron que personal del Departamento de Servicios Escolares llamó a madres de familia asegurando falsamente que sus hijos estaban armados y pretendían tomar las instalaciones. Esa versión, calificada como totalmente falsa por los estudiantes, generó alarma entre padres y docentes y abrió la puerta a un cuestionamiento legítimo: ¿se está utilizando el miedo como herramienta para frenar la participación estudiantil? Si esto se confirma, estaríamos ante un abuso de poder de dimensiones preocupantes.
Las quejas sobre el deterioro de las instalaciones no son nuevas, pero la insistencia reciente indica que el declive se ha acelerado. Aulas deterioradas, infraestructura insuficiente y servicios en mal estado afectan directamente la calidad educativa. La situación laboral tampoco es menor: cuando los trabajadores operan bajo presión, en un ambiente de hostilidad y sin canales efectivos de diálogo, el impacto llega inevitablemente a las aulas y a la formación de los estudiantes.
La petición de intervención del Tecnológico Nacional de México no debe verse como un acto de confrontación, sino como un llamado urgente a restablecer el orden institucional. Un centro educativo público que forma ingenieros para el sector productivo no puede sostenerse entre rumores, desconfianza y enfrentamientos internos. La comunidad merece claridad, respeto y soluciones verificables, no ambigüedades ni políticas de desgaste.
El gran reto del ITSLP es reconstruir la confianza. Esa confianza implica diálogo real y vinculante, no reuniones simbólicas; implica una revisión profunda de las condiciones laborales y administrativas; implica también un compromiso serio con la rehabilitación física del campus, con plazos y responsables claros; e implica establecer protocolos efectivos para prevenir y sancionar el hostigamiento y la intimidación. Finalmente, implica evaluar con honestidad si la actual dirección tiene la capacidad de encabezar la reconstrucción o si es necesario un relevo para recuperar la estabilidad.
El Tecnológico de San Luis Potosí ha formado profesionales que hoy sostienen industrias, empresas y proyectos en el país. No merece ser debilitado por la opacidad, la indiferencia o las malas decisiones. Los estudiantes no merecen estudiar entre carencias y temores; los trabajadores no merecen ser ignorados cuando denuncian irregularidades. Esta crisis no era inevitable: es resultado de la falta de diálogo, de sensibilidad y de visión institucional. Y precisamente por eso, aún puede corregirse.
El ITSLP está a tiempo de reconstruirse, pero ello exige reconocer que escuchar no es un favor, sino una obligación. Gobernar una institución educativa implica dialogar, rendir cuentas y corregir el rumbo cuando es necesario. San Luis Potosí necesita a su Tecnológico fuerte, estable y funcional. Hoy está lejos de serlo, pero aún es posible rescatarlo si se actúa con responsabilidad y compromiso.










