
Por Doña Carmen, desde su patio, llenando cubetas “por si acaso” se vuelve a ir el agua
¿Vieron lo de las pipas millonarias? Ayer llegó la Chuy indignada, con el periódico arrugado bajo el brazo: “¡Carmen, nos ven cara de cubeta vacía!”. Y sí… duele. Duele como cuando ves a un niño robarle la merienda a otro, pero esto es peor: ¡roban el agua de todos con papeles firmados!
Este asunto me toca aquí —justo en el corazón— cómo cuando descubres que el compadre del bautizo te robó la cosecha. Y lo peor es que el alcalde Enrique Galindo lo minimiza como si fuera un charco sin importancia.
Así lo cuento, entre el coraje y la tristeza.
Mire usted, a Grupo Saserro le dieron 265 millones para acarrear agua… ¡y ni pipas tienen! Es como si a mí me pagaran por repartir tamales… ¡sin tener ni masa! Pero el señor alcalde Galindo — ese que viaja mucho — dice: ‘No es ilegal’. ¡Claro! Tampoco es ilegal vender aire… pero es un robo.”
Resulta que los dueños de Grupo Saserro son familiares del aquel exgobernador, un tal Marcelo. Y don Galindo suelta: “Es que en San Luis todos somos parientes”. ¡Ja! Entonces, ¿por qué mi primo Juan —el de las pipas viejas— nunca gana licitaciones? Ah, sí… porque a él no lo abraza el poder.
Cobraron $56 pesos por metro cúbico cuando lo justo es $46. ¡Con lo que cuesta un kilo de frijol! Decían que hacían 40 viajes diarios… pero solo hicieron cuatro. Como si yo jurara que barrí toda la colonia… ¡y solo desempolvé mi portal! Interapas les regaló el agua… y ellos la facturaron como suya. Así cualquiera se hace rico.
Mientras firmaban contratos de oro, nosotras estábamos aquí haciendo filas bajo el sol con garrafones vacíos. Viendo a doña Cata —la de la diabetes — pagar $100 por llenar un balde de agua sucia y maloliente. Rezando por lluvia… mientras ellos facturaban lluvia de billetes. Y el pozo de la colonia Divino Niño… sigue seco. ¿Dónde quedaron los 265 millones? Ahí nomás se esfumaron.
La frase que me partió el alma fue cuando el alcalde Galindo — ése que viaja con maletas elegantes — dijo: “Debe ser eso”, refiriéndose a la crisis. ¡No, alcalde Galindo! La crisis no justifica el robo. Al contrario, cuando el barco se hunde, el capitán debe vigilar más la despensa.
Pero hay luz en este lodazal. Benditos los héroes anónimos. El pipatero Juan, con camisa sudada y manos callosas, que regala agua extra en colonias pobres. Las vecinas que organizan turnos para vigilar los tinacos. Los periodistas que destaparon esta cloaca con valentía. Ellos sí son pozos de esperanza… no cisternas de papel.
Esto es como un tinaco roto: si le pones parches con billetes, al final todo se derrama. O como una olla exprés: si la tapan con mentiras… revienta. Y ya huele a podrido. Porque un contrato sucio no se lava con un “no es ilegal”… se limpia con rendición de cuentas y disculpas públicas.
Mientras regaba mis geranios con el agua que ahorré de la lavadora, pensé: el verdadero servicio público no se mide en pipas contratadas… sino en gotas que llegan a los sedientos. Ojalá el alcalde entienda: San Luis no quiere más mafias del agua… necesita cañerías de honestidad y autoridades que beban de la misma agua que el pueblo. Y si no… que se atengan a la sequía de confianza que viene.
Con rabia contenida (y un ruego a la Virgen por más lluvias… y gobernantes decentes),
Doña Carmen
Vecina del barrio donde el agua vale más que el oro… y la dignidad, más que ambos.










