Culiacán, Sinaloa.- La vida cotidiana en la capital sinaloense transcurre bajo la sombra de la violencia, con balaceras, ejecuciones y asaltos que han convertido el miedo en parte de la rutina diaria de sus habitantes.
Desde hace más de un año, los culiacanenses conviven con una inseguridad que permea todos los ámbitos de la vida diaria. Los grupos criminales ejercen un control que muchos ciudadanos perciben como resultado de la ausencia del Estado.
Las escuelas han tenido que adaptar sus actividades a esta realidad. En la primaria estatal Sócrates, ubicada en pleno centro de la ciudad, alumnos y maestros realizan simulacros diseñados para saber cómo reaccionar en caso de un tiroteo, reflejo del clima de inseguridad que impacta a la niñez y a la comunidad educativa.
La percepción ciudadana contrasta con el discurso oficial. Mientras los gobiernos estatal y federal presumen una reducción en los índices delictivos, organizaciones civiles y abogados locales aseguran que los recientes ataques, incluso contra familiares de políticos, evidencian la vulnerabilidad en la que vive la población común.
El impacto de la violencia se extiende a la vida social y económica. La vida nocturna prácticamente desapareció: bares y restaurantes cierran temprano, las plazas comerciales adelantan sus horarios y muchos comerciantes abandonan el centro de la ciudad antes del anochecer para evitar ser víctimas de un ataque.
Los habitantes de Culiacán enfrentan así una cotidianidad marcada por la inseguridad, en la que la desconfianza y la precaución se han convertido en hábitos indispensables para sobrevivir.
