Hoy, aunque las noticias digan que el país está patas arriba, nosotros los mexicanos tenemos mucho que celebrar. Sí, aunque nos duela la panza de tanto coraje a veces, hoy levantamos el vaso de jamaica y brindamos por lo bueno que aún nos rodea.
Mire nada más: nuestra gente sigue siendo más buena que mala. En el mercado, la señora de las tortillas me regaló dos extra “pa’ la celebración”. Don Pepe, el de la tienda, puso su altavoz para tirar cascaritas y echar porras. ¡Eso no se ve en cualquier lado! Nuestra solidaridad es más fuerte que cualquier discurso de odio.
Nuestra tierra es un milagro diario. Desde el mar turquesa de Cancún hasta los desiertos de Sonora, tenemos paisajes que parecen pintados por Dios en un día de buen humor. Y ni hablar de la comida: el mole que prepara mi comadre Chuy debería ser patrimonio de la humanidad… ¡y lo es!
Nuestra cultura es un cofre de tesoros. Hoy los niños del barrio actuaron el Grito con una emoción que hasta le sacó lágrimas a este viejo corazón. ¡Eso vale más que cualquier espectáculo extranjero!
Sí, hay violencia, corrupción e injusticia. Pero también hay maestros que enseñan con amor, médicos que salvan vidas contra todo pronóstico, y jóvenes que inventan soluciones donde otros solo ven problemas.
Hoy no celebramos a los políticos… celebramos al pueblo. Al que se levanta a las 5 de la mañana para ganarse el pan, al que comparte su agua cuando hay sequía, al que no se rinde aunque el camino esté lleno de piedras.
¡Eso es México! No el de los titulares amargos, sino el de las mesas llenas, las calles adornadas y los corazones valientes.
Así que esta noche, que retumben los vivas no solo por los héroes de ayer, sino por los héroes de hoy: nosotros.
¡Que viva México, sus pueblos, sus tradiciones y su gente buena! ¡Que vivan los que no se rinden! ¡Y que vivan la esperanza y la fiesta que nunca se apagan!
Con el pozole humeante y los ojos brillantes de orgullo,
Doña Carmen
Orgullosa mujer mexicana que prefiere encender una veladora que maldecir la oscuridad.
