Doña Carmen: Cuentas claras y chocolates espumosos en el Congreso del Estado

Por:Doña Carmen, mientras se prepara un chocolate espumoso.

Mire usté, aquí estoy yo, sentadita en mi banquito de siempre, dándole al molinillo para que el chocolate espume bonito, porque ya sabe: chocolate sin espuma es como diputado sin vergüenza… inútil. Y hablando de inútiles, ¿ya se enteró que los diputados de San Luis Potosí llevan tres meses escondiendo sus gastos? Tres meses, ¡y contando! Como chamacos traviesos que esconden las calificaciones para que no los regañe la mamá. Nomás que aquí no hablamos de libretas ni de plumones, sino de millones de pesos del pueblo.

Resulta que el tal Héctor Serrano, que dizque es el mero mero de la Junta de Coordinación Política, trae la maña de esconder cuentas desde que estaba en el Partido del Trabajo. ¿Qué no se cansó allá de andar tapando boquetes y ahora repite la gracia en el Congreso? Es como esos vecinos que siempre prometen pagar la tanda y, mire, cuando llega el día se hacen ojo de hormiga. “Hoy no, mañana”, y mañana tampoco.

La Ley de Transparencia no es un capricho, es obligación. Está para que uno sepa en qué se gasta la lana de los impuestos, para que no anden creyendo que el erario es su cochinito personal. Porque qué casualidad: cuando se trata de pedir votos, ahí sí se paran derechitos, bien peinados y con sonrisa de quinceañera. Pero cuando toca rendir cuentas, se esconden como cucarachas cuando prende uno la luz.

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Y lo más triste es que deberían ser ejemplo. ¡Son representantes populares, carajo! Pero nomás nos representan en la sinvergüenzada. Y luego dicen que la gente no cree en los políticos. ¿Pues cómo va a creer uno si los mismos que hacen las leyes son los primeros en brincárselas? ¡Ni en el mercado se fía tanto, oiga!

La justicia y la libertad de expresión no se cuidan con discursos bonitos ni con spots en la tele, se cuidan con actos, con la verdad sobre la mesa. Porque si los diputados tapan sus gastos, ¿qué le queda al ciudadano común? Uno que batalla para pagar la luz, el agua y hasta el kilo de frijol, mientras ellos se despachan con la cuchara grande.

En fin, yo sigo moliendo mi chocolate. Y pienso: la transparencia debería ser como el cristal de la ventana, que si no lo limpia uno seguido, se llena de tierra, no deja pasar la luz y hasta huele a encierro. Y esos diputados ya tienen los vidrios tan sucios que más bien parecen paredes.

Con el molinillo en la mano y el chocolate hirviendo de indignación,
Doña Carmen
Vecina que prefiere el amargo de la verdad al dulce de las mentiras.

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