
¿Ya no se puede dormir ni en el Centro Histórico? Resulta que hay un antro clandestino que hace más ruido que cohete en fiesta patronal, y las autoridades municipales se hacen tan de la vista gorda como diputado recibiendo su bono navideño.
Desde septiembre, los vecinos estamos denunciando, y lo único que recibimos es el concierto del abandono. Música a todo volumen hasta las 4 de la mañana, paredes que retumban, vidrios que tiemblan… ¡Y uno que ni puede pegar el ojo! Y lo peor: dicen que ahí hay de todo como en botica: alcohol, prostitución y hasta drogas. Pero a los inspectores municipales eso parece importarles menos que el partido de ayer.
¿Y qué dicen las autoridades? ¡Que ya lo clausuraron! Pero ahí sigue, más campante que gallo en gallinero ajeno. ¿Cuánto les habrán pagado para que le guiñen el ojo a este desmadre? Porque en este país, cuando la ley no funciona, es porque alguien la tiene de tapete.
Lo más cínico es la pelotera entre policías: los municipales dicen que es asunto de Comercio, y los de Comercio ni se asoman. ¡Como si el ruido, la prostitución y las drogas fueran problema de jurisdicciones y no de sentido común!
Y ahora que viene diciembre, los vecinos tememos lo peor. Si ya es un relajo, ¿qué será cuando lleguen las posadas y las fiestas de fin de año? ¿Vamos a tener que dormir con tapones en los oídos y rezar para que no se arme una tragedia?
Pero eso sí, para clausurar un puesto de tacos humilde ahí sí son rapidísimos. Para molestar al pequeño comercio, toda la eficiencia del mundo; para cerrar un antro clandestino que altera a todo un barrio, pura flojera y sospechosas complicidades.
Ya lo decía mi abuela: “Cuando el gato no cumple su deber, los ratones hacen fiesta”. Y en el Centro Histórico, los ratones andan de antro mientras el gato municipal ronca en su escritorio.
Con los ojos hinchados del desvelo y un café cargado en la mano,
Doña Carmen
Vecina harta de que la impunidad tenga mejor fiesta que los ciudadanos honrados.










