Doña Carmen: El PRI local y sus tortillas mal amasadas

Por: Doña Carmen, dándole vueltas al nixtamal mientras se cosen los nopales.

¿Ya vio lo que pasó en el PRI de San Luis Potosí? Al alcalde Enrique Galindo Ceballos lo expulsaron… pero como si le hubieran hecho fiesta de bienvenida de regreso. Resulta que la tal expulsión se revocó por “fallas formales”, como si las reglas del partido fueran de plastilina. ¡Hágame usted el santísimo favor! Ni para correr a alguien se ponen de acuerdo los señores de corbata y mancuernillas.

En el PRI se anda diciendo que “todos los priistas son bienvenidos”, como si fuera posada de barrio donde uno llega con la charola de gelatina y ya con eso pasa. Pero no se me engañe: ahí donde hay poder, no hay reglas; y donde hay influencias, hay trato especial. Así que Enrique Galindo Ceballos vuelve como si nada, no por convicción, sino por resolución legal. Y mientras tanto, la ciudadanía mirando desde la banqueta, con la sospecha de que esas decisiones huelen más a compadrazgo que a justicia interna.

Y el señor que dice ser alcalde, muy orondo, habla de “recuperar el sentimiento de militancia”. ¡Pues ora sí que qué bonito suena! Pero yo digo: qué militancia ni qué ocho cuartos, este lo que quiere es recuperar su hueso político. El sentimiento no se gana en un tribunal ni se presume en conferencias; se demuestra con congruencia y respeto a la gente. Porque si el partido lo acepta nomás por trámite legal, pero no lo respalda de corazón, es como invitar a la fiesta a un vecino con el que no te llevas, nomás pa’ que no digan.

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Ya lo decía mi abuela: “Cuando el diablo no tiene qué hacer, revuelve las reglas del juego”. Y aquí los priistas de a pie ven cómo los de arriba juegan con las reglas como si fueran rayuela, mientras los litigios y recursos legales se acumulan nomás para que el mismo siga sentado en la silla.

Pero no se engañe: el pueblo ya no cree en reintegros milagrosos. Sabe que esto es puro teatro para guardar las apariencias. El PRI seguirá con sus mañas, Galindo seguirá en su puesto, y al final la única que se quema con el comal de la impunidad es la ciudadanía.

En fin, yo aquí sigo pensando que la política es como hacer tortillas: si no amasas con cuidado y dejas que la masa se llene de grumos, al rato ni redondas salen, ni sabrosas saben.

Con el nixtamal hirviendo y el olor a oportunismo en el aire,
Doña Carmen
Vecina que prefiere el sabor amargo de la verdad al dulce de los convenencieros.

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