Doña Carmen: El que calla… truena

Por Doña Carmen, desde el patio, sacudiendo los tapetes y las ideas

Por Doña Carmen, desde el patio, sacudiendo los tapetes y las ideas

Mire usted, apenas iba yo barriendo el polvo de la semana cuando mi sobrina me suelta la noticia como quien lanza una cubeta de agua fría: “¡Tía! A una señora la obligaron a disculparse 30 días seguidos por un tuit contra una diputada”. Al principio pensé que era una broma,  que era una de esas cadenas locas del WhatsApp, de esas que dicen que el aguacate cura el cáncer o que Juan Gabriel sigue vivo. Pero no, era cierto. Se llama Karla María Estrella, y la diputada Diana Karina Barreras la mandó callar… con castigo incluido.

¡Jesús, María y José! Qué tiempos tan tristes estamos viviendo. Ya no nomás te quitan lo que piensas… ahora hasta te hacen pedir perdón por pensarlo. Y no una vez, no, ¡treinta veces! Como si fuera penitencia de cuaresma, pero impuesta por el poder. ¡Y todo por un tuit! No por robar, no por mentir, no por ser corrupto, no por andar votando leyes que nos aprietan el pescuezo… por opinar.

La diputada, bien sentada en su curul, usó la bandera de la “violencia de género” como quien se tapa con un rebozo para que no le vean sus malas mañas. Pero esa bandera no es para eso. No se inventó para callar al pueblo, sino para protegernos de los verdaderos abusos. Usarla así es como si Don Filemón se pusiera el escapulario para irse de parranda: pura hipocresía.

Y lo más feo: a Karla no solo la censuraron, sino que la multaron y la exhibieron como si fuera criminal. Pero a Diana Karina el internet se les vino encima con más de 2,000 comentarios, y ni uno era para aplaudir. Le dieron a la diputada una lección que ni en la mejor escuela de política se aprende: las redes sociales no se controlan a punta de miedo. El pueblo ya no se deja callar con un “usted disculpe”.

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¿A poco ya nos vamos a acostumbrar a esto? ¿A que quien tiene poder use la ley para humillar? Porque mire, hoy fue Karla… mañana puede ser usted, su hija, su nieto, su pareja, o yo, que solo tengo este trapeador y mi lengua para defenderme.

Esto me recordó lo que decía mi compadre Gregorio cuando hablábamos de los gobiernos de antes: “Esos nomás querían ciudadanos que se agacharan… no que pensaran”. Y ahora, parece que quieren lo mismo, nomás con internet.

Le digo algo: la libertad de expresión no es una cortesía del poder, es un derecho del pueblo. Y si tenemos que defenderla desde la banqueta, desde el tianguis, desde esta humilde casa con las paredes despintadas, pues lo haremos.

Porque en este México tan nuestro, ya bastante tenemos con los precios, la inseguridad y los políticos que prometen más de lo que cumplen, como para además quedarnos callados.

Y aquí entre nos, mientras sacudo el último tapete, me acuerdo de lo que decía mi madre cuando alguien quería imponer su ley en la casa: “Aquí se habla claro… y si no aguantas, mejor vete con los que viven del silencio”. O como decía mi padrino Tomás – Que mi Diosito lo tenga en su Santa Glrora – : “Mija, si no vas a aguantar el chile, no te lo comas”

Así que señora diputada, si no soporta las críticas, no se meta a la política. Y si cree que el poder le da derecho a callar ciudadanos, recuerde: el pueblo olvida despacio, pero cuando recuerda… retumba. Ojalá aprenda la lección: En México, desde la señora del puesto hasta el presidente… todos tenemos derecho a decir “¡Eso no me gusta!”.

Con escoba en mano, la voz bien firme y un café amargo (como el sabor de la censura)
Doña Carmen
Vecina de la cuadra donde las palabras no se borran… se discuten

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