¿Ya vio a esos nuevos ricos del gobierno? Dicen que “no son iguales”, pero brillan más que sartén nuevo con manteca. ¡Y eso que juraron “primero los pobres”! Se les olvidó decir: “primero los pobres… pero haciendo fila en el ISSSTE”.
Mire nomás a Tonatiuh Márquez, el jefe de aduanas: con más relojes que relojería del centro y ni uno le marca la hora de rendir cuentas. Siete millones en relojes finos que sólo dan la hora del descaro. Y su penthouse en Polanco de 3 pisos —que dizque un militar se lo vendió “baratito”— ese vale lo que treinta pipas para transportar agua… de esas que nunca llegan a la colonia. ¡Qué casualidad! Como dice el pueblo bueno y sabio: “Ni lo tonto ni lo rico se puede esconder… pero ese Tonatiuh ni se esforzó”.
Pero no se vaya todavía. Ahí anda también la diputada Barreras, a la que le dicen “Dato Protegido”, con blusas de marca que cuestan más que lo que yo pago de luz en cuatro meses —y eso que plancho diario—. Y el relojito de 370 mil pesos… ¡eso cuesta un terrenito en la colonia Terremoto! Y su anillo de un millón, que no es de compromiso, pero sí de cinismo. ¿Será que la “Dato Protegido” está blindada también contra la vergüenza? Su marido, el diputado Sergio Gutiérrez Luna, el que antes gritaba “¡fuera excesos!”, ahora usa relojes Hublot, anillos Cartier, zapatos Balenciaga y chamarras Ferrari… como si el pueblo anduviera en yate.
¡Y no hablemos del hijo viajero! Ese Andy López dice que pagó 7,500 pesos por noche en Japón, pero el hotel cuesta más de 25 mil. Hasta para mentir son “austeros”. Y luego, desde sus tronos dorados, sueltan: “¡Qué cinismo del PRIAN! ¡Primero los pobres!”. Pero sus closets gritan: “¡Primero las boutiques Chanel, Dior y Louis Vuitton”.
Lo que más duele no son sus lujos, sino las interminables filas en el Seguro: niños que llevan horas sin comer, viejitos que se duermen de cansancio en los pasillos, pacientes acostados en el piso esperando turnos que no llegan, doctores rebasados, medicinas que “ya se acabaron” y enfermeras haciendo milagros con gasas recicladas. Ah, pero eso sí… los de arriba se atienden en hospitales privados donde hasta el agua embotellada es importada. Mandan a sus hijos a estudiar al extranjero, en escuelas donde la colegiatura mensual cuesta lo mismo que un BMW usado. Nosotros soñamos con ir a Acapulco en camión de segunda; ellos pasean por Japón, Ibiza y Madrid comprando Gucci, Prada y Versace como si el mundo fuera su mercadito. Y la presidenta todavía dice: “Ejercer con humildad”. ¿Humildad de qué? ¿De comprar Dolce & Gabbana en rebaja?
Hasta los santos se tapan la cara. Esto es una telenovela de lujos y excesos con final triste para el pueblo. Ya lo murmuraban ayer en la fila de las tortillas: “Cuando un político dice ‘no tengo’, revisen sus relojes; cuando jura ‘primero los pobres’, miren sus pasaportes”. Porque el único “dato protegido” es cuánto se robaron para tanta “austeridad”.
Pero tranquilos, que el pueblo no es tonto. El pueblo sí sabe sumar: cuenta relojes, anota viajes y guarda los recibos de luz. Y cuando llegue la hora de las cuentas claras… que no lloren si el “primer pobre” resulta ser el pueblo, pero con boleta en la mano. Como dice el refrán viejo: “Al rico tonto y al político mentiroso… los descubre hasta el frijol más barato”.
Con los frijoles en la lumbre y los ojos puestos en el reloj de la cocina (que no es Hublot),
Doña Carmen
Vecina que prefiere el sabor de la verdad al brillo falso de los anillos de oro.
