Doña Carmen: Las Vacaciones del “Austericidio”

Por: Doña Carmen, tendiendo ropa en su azotea mientras la comadre Chuy le muestra fotos en el celular.

Lo que me acaba de enseñar mi comadrita Chuy casi me hace caer los calzones del coraje. ¡Mire nada más a estos señores de Morena! Los mismos que juraban “austeridad hasta con el aire”, ahora andan paseando por Europa como si fueran duques de pueblo mágico.

Monreal en Lisboa, tomando café en un hotel de lujo, con desayunos que cuestan más que mi pensión. Delgado en Ibiza, bailando como chapulín en antros de millonarios. Y Mayer, ese que parece actor de telenovela barata, paseando en Capri y llegando en barquito privado… como si el Mar de Cortés ya no le bastara.

Y lo más cínico, comadre: la señora presidenta diciendo que “no hay problema” con que viajen, siempre y cuando sea con su dinero. ¿Su dinero? ¡Por favor! Con lo que ganan como diputados, ¿quién les cree que pueden pagar hoteles donde una almohada cuesta lo mismo que un borrego? Hasta el perro de la esquina ladra: ¡qué caro está el hueso!

El recorrido del descaro es para colgarse en el muro de la vergüenza. En Portugal, Monreal desayunando “humildemente” en la Pousada, donde un pan tostado cuesta lo mismo que un kilo de tortillas. En Ibiza, Delgado suda la gota gorda en antros llenos de turistas ricos, mientras aquí sudamos por pagar la luz. En Capri, Mayer disfruta de un club playero exclusivo, como si Acapulco estuviera lleno de pulgas.

Y luego tienen el descaro de decir que están en “receso legislativo”. ¿Receso de qué? ¿De fingir austeridad? Porque a ellos se les olvidó que “receso” no significa “derroche”… o sí, pero sólo para su bolsillo.

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Lo que más duele no es el lujo en sí, sino la hipocresía. Por un lado, repiten el discurso de que “el poder debe ser humilde”, mientras brindan con champaña que echa burbujas de lujo. Por otro lado, presumen que sus vacaciones son pagadas con “ahorros personales”. ¿Qué ahorros? ¿Los de las moches que nunca declararon?

Hasta Claudia Sheinbaum salió a defenderlos, pero su declaración sonó más a cantinflada con diploma: “La ciudadanía los evaluará”. Y claro que sí, señora presidentA (con A), ya los evaluamos: con el dedo bien parado y la memoria más larga que la factura del gas.

No es envidia, es indignación. Mientras ellos nadan en albercas de mármol, nosotros hacemos filas de seis horas en el IMSS. Mientras ellos derrochan en luz de hotel, nosotros contamos los pesos para pagar el recibo. Mientras ellos viven en mansiones, nosotros compramos el papel de baño por rollo, no por tonelada.

Como decía mi abuela: “Dime dónde vacacionas, y te diré de qué lado muerdes”. Pero a estos señores la boca se les hizo tortera de tres pisos. Que no se les olvide: al perro más engreído, la calle lo vuelve chicharrón.

El pueblo no es tonto. Guardamos las fotos como pruebas… y las cuentas, como cuentagotas.

Mientras el sol seca los trapos del barrio y el lujo europeo se pudre en el celular,
Doña Carmen
Vecina que sabe: la austeridad ajena siempre huele a derroche encubierto.

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