Doña Carmen: ¡Qué Desmadre en la Corte!

Por: Doña Carmen mientras barre las hojas secas que suelta el pirul de la esquina.

Mire usted, yo aquí en el patio, barriendo las hojas secas que suelta el pirul de la esquina, me entero de cada cosa que hasta la escoba se me resbala de la pura indignación. Ahora resulta que en la Suprema Corte de Justicia de la Nación los ministros, dizque los “máximos intérpretes de la Constitución”, no se conforman con su toga ni con su sueldo, sino que andan pegados al celular como muchachos en clase, esperando la llamada de sus asesores para que les soplen qué decir. ¡Háganme el favor!. Cuando la justicia se convierte en títere, los que pagan el plato roto somos nosotros. ¿De qué sirven las leyes si quienes las interpretan son marionetas con toga?

Dicen que cada ministro tiene como sesenta y cinco asesores. Yo digo: si con tanto ayudante todavía no atinan, ¿pues entonces de qué sirvió el estudio, el título y la pompa? Esto ya no es curva de aprendizaje, es una glorieta sin salida, donde dan vueltas y vueltas sin encontrar la salida al tráfico de la justicia. Y lo más grave: la información no la sacan del expediente, sino del teléfono. Y uno aquí, que para reclamar el predial tiene que juntar papeles, sellos y copias certificadas.

Entre broma y verdad hasta se cuenta que hay un chat donde Andrés Manuel les dicta lo que tienen que “decidir”. Si eso no es falta de independencia, que venga Juárez y lo vea. La justicia se supone que es ciega, no sorda ni manejada a control remoto. Y luego se atreven a hablar de corrupción como si fueran ajenos, cuando corrupción es aceptar un puesto para el que no se está preparado, y peor todavía: usarlo para obedecer órdenes en lugar de impartir justicia.

¿Dónde queda el respeto al pueblo, el que confía en que esos señores defiendan la Constitución? Parecen jueces de acordeón: ocupan acordeón para sesionar, y al final suenan todos chuecos. La falta de preparación, de experiencia y de vergüenza va a provocar injusticias, y cada injusticia es un clavo más en el ataúd de la confianza ciudadana.

El pueblo no es tonto. Ya sabemos que detrás de estas pantomimas hay intereses, favores y mucha, mucha ambición. Y aunque hoy les funcione el teatrito, llegará el día en que la verdad se sentará en el banquillo.

Pero ya ve, aquí entre el polvo y las hojas secas, pienso que hay maderas que no agarran barniz, por más lijado y brochazo que se les dé. Y si en la Corte siguen dándole cuerda al teléfono en vez de abrir el expediente, la justicia nos va a quedar como café recalentado: amargo, turbio y servido a medias.

Con la escoba en mano y los ojos clavados en ese palacio de “justicia”,
Doña Carmen
Ciudadana que prefiere la justicia de a pie al circo de los poderosos.

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