
Por: Doña Carmen, desde la fila del banco, viendo a doña Tere contar sus monedas con manos temblorosas
Lo que voy a contarles me tiene el corazón hecho trizas. En la Secretaría del Bienestar delegación San Luis Potosí, donde se supone que se cuida a nuestros adultos mayores, hubo quienes traicionaron esa confianza. Sí, como lo oyen: empleados con credencial oficial que robaron los datos personales de nuestros viejitos para después estafarlos. Esos mismos que juraron servirles… hoy les clavan el cuchillo por la espalda.
Duele en el alma. Robaron una base de datos completa: nombres, teléfonos, direcciones… toda la información de abuelitos que solo querían vivir su vejez en paz. Los responsables ya no trabajan ahí, pero dejaron sembrada la trampa para otros más sinvergüenzas.
Llaman a los ancianos con artimañas: “Venga al Parque Tangamanga II, le aumentaremos la pensión”. Les piden cinco mil pesos “para trámites”, prometiendo veinte mil que jamás llegan. Lo más cruel es que usan el nombre de los “Servidores de la Nación” como carnada.
Doña Cata, de 82 años, vendió sus gallinas para juntar ese dinero y ahora llora en silencio. Don Chucho viajó en camión desde Ciudad 2000 hasta el Tangamanga II… solo para descubrir que todo era mentira.
En el barrio ya no le decimos “delincuencia común”. Esto es traición institucional. Como si el pastor entregara sus ovejas al lobo.
¿Hasta cuándo? ¿Hasta que un anciano muera del susto en una cita falsa? ¿Hasta que vendan su última cobija por un depósito fantasma que nunca llega?
Pero también hay héroes en la sombra. El señor que denunció, aunque le temblaba la voz. La trabajadora honesta del Bienestar que advirtió: “¡Cuidado, es falso!”. Los nietos que ahora revisan los teléfonos de sus abuelos. Ellos sí son verdaderos Servidores de la Nación.
El gobierno debería ser como un nido de pájaros: un lugar donde nuestros viejitos puedan guarecer sus ahorros, donde confíen sus datos como si fueran huevos frágiles. Pero aquí, algunos de esos pájaros resultaron ser cuervos disfrazados.
Desde este asiento de plástico, mi grito es claro: ¡Basta de juegos sucios con los que nos criaron!
A la Secretaría del Bienestar: castiguen a los cómplices. No basta decir que “ya no trabajan aquí”.
A la Fiscalía: rastreen cada transacción fraudulenta. Porque cinco mil pesos, para un anciano, son años de sudor y sacrificio.
A los hijos y nietos: enseñen a sus abuelos. Díganles fuerte y claro: “Nunca pagues por un beneficio. ¡Es tu derecho!”.
Porque un país que maltrata a sus viejos es un país sin memoria… y sin futuro.
Con los ojos húmedos y los puños apretados (mientras abrazo a doña Tere),
Doña Carmen
Hija de un jubilado que murió creyendo en la justicia… de la que hoy nada queda.










