En un giro inesperado de los acontecimientos, Enrique Galindo, candidato a la presidencia municipal de la capital, decidió no participar en el debate organizado por el Consejo Estatal Electoral y de Participación Ciudadana, calificándolo como “una emboscada”. Esta decisión no solo refleja una falta de compromiso con los capitalinos, sino también una burla hacia la autoridad electoral y el proceso democrático en su totalidad.
Galindo, el candidato del PRI-PAN, se escudó detrás de un mensaje transmitido en sus redes sociales, donde se quejaba de supuestas campañas en su contra. En lugar de enfrentar a sus contrincantes y presentar sus propuestas, eligió el camino fácil: evadir el debate. Este acto de cobardía no hace más que subestimar la inteligencia y expectativas de los ciudadanos que esperaban escuchar sus ideas y soluciones para los problemas que enfrenta la capital.
La ironía no termina ahí. Mientras Galindo acusaba públicamente a Sonia Mendoza de atacarlo, miles de capitalinos recibían mensajes difamatorios contra ella en sus teléfonos. Este tipo de campañas sucias recuerda las tácticas intimidatorias que Galindo utilizaba durante su tiempo al frente de la Policía Federal, donde la manipulación y la difamación eran herramientas comunes para silenciar a los opositores políticos del gobierno priista.
Este desplante de Galindo plantea serias dudas sobre su capacidad para liderar con transparencia y honestidad. Un líder que teme el debate público y recurre a estrategias de difamación para desacreditar a sus adversarios no es digno de la confianza de los ciudadanos. La participación en debates es una muestra de respeto hacia la democracia y hacia los votantes; es el espacio donde los candidatos deben demostrar su conocimiento, habilidades y compromiso con el bienestar de la comunidad.
La ausencia de Galindo en el debate es una afrenta a los principios democráticos y una señal de su verdadero carácter. Los capitalinos merecen líderes que enfrenten los retos con valentía y transparencia, no políticos que se escondan tras excusas y tácticas de distracción. En tiempos donde la credibilidad de los líderes es más importante que nunca, es crucial que los votantes tomen nota de estos comportamientos y exijan una representación política que esté a la altura de las circunstancias.
La democracia se fortalece con la participación activa y el compromiso de todos los actores políticos. La actitud de Galindo, lejos de contribuir a este proceso, lo debilita. Es momento de que los ciudadanos exijan rendición de cuentas y transparencia de aquellos que aspiran a liderar, y que no permitan que tácticas deshonestas empañen el camino hacia un futuro mejor para la capital.