La reciente Asamblea Nacional del PRI, en la que se modificaron los estatutos del partido para permitir la reelección de dirigentes, ha generado una ola de críticas y acusaciones de ilegalidad e ilegitimidad. En el centro de esta polémica se encuentra Alejandro “Alito” Moreno, quien ha impulsado estos cambios para garantizar su continuidad en la dirigencia del partido. Esta acción no solo ha sido cuestionada por sus adversarios políticos, sino también por un número significativo de militantes priistas que ven en esta movida una amenaza a la vida democrática del partido.
La reelección y la concentración del poder en una sola figura, como la presidencia del PRI, deterioran gravemente los principios democráticos que deberían regir cualquier organización política. La decisión de Moreno de modificar los estatutos para su propio beneficio ha sido interpretada por muchos como un acto de autoritarismo y una muestra clara de su intención de perpetuarse en el poder. Los militantes que se oponen a esta medida han anunciado que impugnarán la asamblea del pasado domingo, calificándola de “ilegal e ilegítima”.
Moreno ha justificado su postura señalando que su continuidad es necesaria para la estabilidad y el fortalecimiento del partido. Sin embargo, esta justificación parece insuficiente frente a la realidad de los resultados electorales recientes, en los cuales el PRI ha sufrido significativas derrotas. En este contexto, la insistencia de “Alito” en mantenerse en el poder resulta contradictoria y desalentadora para quienes buscan una renovación auténtica dentro del partido.
La actitud de Moreno también ha sido comparada con el autoritarismo que él mismo critica en otros partidos, como Morena. Las expulsiones de críticos dentro del PRI y la modificación de los estatutos para centralizar el poder son prácticas que, según sus detractores, demuestran una falta de compromiso con los valores democráticos. Resulta irónico que Moreno denuncie el autoritarismo en Morena mientras adopta tácticas similares para asegurar su control sobre el PRI.
Es importante destacar que intentar dialogar con alguien que muestra características de un narcisista, como es el caso de “Alito” Moreno según sus críticos, puede ser una tarea ociosa. Un líder narcisista suele estar convencido de su propia infalibilidad y no acepta cuestionamientos ni críticas. Esta falta de autocrítica y apertura al diálogo es peligrosa para cualquier institución, ya que impide el crecimiento y la adaptación necesarios para enfrentar los desafíos actuales.
La Asamblea Nacional del PRI y los cambios estatutarios promovidos por Alejandro Moreno han desatado una crisis interna que amenaza con fracturar aún más al partido. La reelección y la concentración de poder no solo socavan la democracia interna del PRI, sino que también reflejan una visión personalista y autoritaria que contradice los principios fundacionales del partido. Los militantes que se oponen a estas medidas tienen razón al impugnar una asamblea que consideran ilegal e ilegítima, y su lucha es esencial para preservar la integridad democrática del PRI.