La reciente afirmación de Donald Trump, acusando a la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, de “temer a los cárteles” hasta el punto de “no poder pensar con claridad”, no solo refleja una simplificación peligrosa de un problema complejo, sino que también revive un guion recurrente en la política exterior estadounidense: la imposición de soluciones unilaterales bajo el disfraz de cooperación.
Trump asegura que Sheinbaum rechazó ayuda militar estadounidense por miedo. Sin embargo, omite un detalle clave: la soberanía nacional. México históricamente ha resistido intervenciones militares extranjeras, no por cobardía, sino por el trauma de décadas de injerencias. La estrategia de seguridad de Sheinbaum, aunque cuestionable en efectividad, se enmarca en un debate interno sobre cómo equilibrar fuerza, justicia social y derechos humanos. ¿Es miedo o es prudencia rechazar una ayuda que podría escalar violencia y conflicto, como ha ocurrido antes?
Al llamarla “una mujer encantadora” mientras cuestiona su capacidad de liderazgo, Trump recurre a un estereotipo sexista: la mujer incompetente por su “emocionalidad”. Sheinbaum, científica y exjefa de gobierno de la Ciudad de México, tiene una trayectoria que desmiente esa caricatura. La condescendencia de Trump no solo es inapropiada, sino que refleja una visión arcaica del poder, donde la firmeza se atribuye solo a hombres “duros”.
La oferta de Trump ignora lecciones aprendidas. México ya desplegó fuerzas armadas contra el narco en 2006, con resultados catastróficos: más de 450,000 homicidios y desapariciones. Sheinbaum, como parte de la administración de López Obrador, ha priorizado (con éxitos limitados) un enfoque de “abrazos, no balazos”, combinando programas sociales con tareas de inteligencia. ¿Es perfecto? No. Pero la militarización extranjera, sin coordinación, podría exacerbar violencia y corrupción, como ocurrió con la Iniciativa Mérida.
Las declaraciones de Trump parecen más un guiño a su base electoral —ansiosa de discursos “mano dura”— que una propuesta seria. En 2019, amenazó con invadir México; hoy, su retórica se recicla. La verdadera cooperación requiere respeto a la autonomía y diálogo sobre inteligencia compartida, control financiero de cárteles y reducción de demanda de drogas en EE.UU., responsable principal del mercado narco.
Criticar las políticas de Sheinbaum es válido, pero atribuir sus decisiones al “miedo” es un insulto a la soberanía mexicana y a su experiencia. La lucha contra el crimen organizado exige cooperación bilateral, no soluciones simplistas ni desplantes mediáticos. México merece aliados que respeten su autonomía, no socios que usen sus crisis para alimentar polarización. Sheinbaum, como cualquier líder, debe ser juzgada por sus acciones, no por estereotipos.
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