La arena política en San Luis Potosí está experimentando un terremoto que amenaza con reconfigurar el paisaje político tal como lo conocemos. En medio de controversias, escándalos y una serie de decisiones cuestionables, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), alguna vez un gigante político, se encuentra en su hora más oscura y desafiante.
Uno de los últimos capítulos en esta triste saga se desarrolló en una polémica sesión del Consejo Político del PRI en San Luis Potosí. En un movimiento que ha generado una ola de indignación y condena, Sara Rocha, líder estatal del PRI, resucitó figurativamente y sacando del olvido al impresentable Alberto Rojo Zavaleta. No hay que olvidar que Rojo Zavaleta enfrenta acusaciones de violación a niñas migrantes mientras ocupaba el cargo de delegado del Instituto Nacional de Migración en 2013. Este acto de “resucitación” desafía toda ética y sentido común y ha expuesto aún más las fisuras y la desconexión entre el PRI y la sociedad a la que supuestamente sirve.
El PRI no sólo enfrenta este escandaloso episodio, sino que también se hunde en una crisis profunda y multifacética. La pérdida de gubernaturas, que solían ser la columna vertebral financiera de su maquinaria electoral, ha dejado al partido en una situación de extrema vulnerabilidad. Acorralado por su propio pasado, desacreditado por casos de corrupción y mala toma de decisiones en el poder, el PRI se enfrenta a una realidad sombría. Una realidad que se agudiza debido a la división interna que lo debilita y a la falta de recursos públicos que alguna vez lo impulsaron.
Este colapso llega en un momento crítico, justo cuando el PRI se prepara para las elecciones de junio de 2024. Una fecha que podría marcar un hito en la historia política del país, pero que ahora plantea la pregunta urgente de si el PRI sobrevivirá lo suficiente como para competir de manera efectiva en dicha contienda.
Las encuestas reflejan el profundo rechazo hacia el PRI. De ser un partido que gobernaba en 21 estados, ahora solo mantiene presencia en dos. Un estudio reciente muestra que el 37% de los encuestados tiene una opinión altamente negativa del partido, lo que subraya la creciente desconfianza que ha generado entre la ciudadanía.
El liderazgo de Alejandro Moreno Cárdenas “Alito”, que alguna vez se pensó podría revitalizar al PRI, ha resultado en una serie de derrotas electorales. La sombra de la duda ahora se cierne sobre su capacidad para revitalizar un partido en decadencia. A su vez, la líder estatal Sara Rocha enfrenta críticas por su opacidad y comportamiento traicionero, que minan la confianza tanto dentro como fuera del partido.
La situación es tan precaria que el Partido Acción Nacional (PAN), históricamente un contrincante del PRI, se ve obligado a considerar una alianza con un partido que lleva consigo una mochila llena de desprestigio. Esta alianza es un riesgo para el PAN, ya que podría socavar su propia imagen y arrastrarla al fango de la percepción negativa que rodea al PRI.
La tensión interna en el PRI es evidente en el trato hacia figuras prominentes dentro del partido quienes han sido víctimas de desaires y traiciones por parte de Sara Rocha y su grupo. Esto solo acentúa la falta de respeto y la lucha interna que debilita aún más la posición del partido.
El declive del PRI es un microcosmos de una época política en transformación. Esta historia de desesperación, controversia y luchas internas refleja la necesidad de un cambio profundo en la forma en que los partidos políticos se relacionan con la sociedad y entre sí. La pregunta persistente es si el PRI podrá encontrar una salida de esta crisis sin precedentes. El futuro de un partido que alguna vez fue un titán de la política local pende en un delicado equilibrio, mientras se enfrenta al desafío de reinventarse y recobrar la confianza de los votantes, o si, trágicamente, este capítulo marcará el inicio del fin de una era y del partido.
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