El AIFA sigue sin “despegar el vuelo”

El hotel del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) donde iba a dormir el presidente López Obrador la noche previa al estreno sigue en obra negra.

Los pisos no están colocados, no cuenta aún con energía eléctrica ni con servicio de agua.

Está terminado el hotel, pero no está certificado”, dijo López Obrador días antes para excusarse.

Trabajadores con cascos y chalecos siguen trabajando. Más de mil entran cada día a la terminal.

La mañana del viernes 22, a más de un mes de estar en operación, la terminal de 8 mil 54 metros cuadrados lucía iluminada y vacía.

El primero de los seis vuelos que salen a diario, el de Aeroméxico a Villahermosa, Tabasco, se fue a las 6:30 horas con 39 de sus 99 asientos ocupados. A partir del 1 de mayo, el vuelo a la tierra del presidente ya no será diario.

“Se va a turnar un día sí y un día no, para probar a Vallarta”, informaron en el mostrador.

El único vuelo internacional que había en el AIFA, el de la venezolana Conviasa a Caracas, cambió de semanal a quincenal.

De 90 mostradores en la zona de salidas sólo tres, los de Volaris, Aeroméxico y Viva Aerobús estaban abiertos.

Hacia adentro, de 14 filtros de revisión, funcionaban tres. Atentos, rápidos, amables, 31 empleados, 24 militares y siete civiles, dieron la bienvenida al único pasajero que pasó a las nueve de la mañana.

El sol estaba muy arriba, con el calor seco del techo de lámina sin aire acondicionado.

En las salas de abordar se ven 72 anuncios de locales en renta, 13 de próxima apertura y 7 abiertos que ofrecen comida, golosinas y recuerditos.

En el Chifa’s, un pequeñísimo local de tortas, chilaquiles y café soluble, todavía no hay agua potable. “Metemos nuestros garrafones”, dijo la dueña.

El único visitante que recorría los pasillos llamaba la atención. “¿Disculpe, qué busca?”, preguntó un militar.

El AIFA está proyectado para 54 mil pasajeros al día, 20 millones en el primer año, pero a esta hora del día, había 5 mil 87 asientos disponibles en las salas de última espera, pues ninguno estaba ocupado.

Además de militares, lo que más se ve es personal de limpieza. Sacan brillo al piso, pasan un trapo húmedo por las paredes. Limpian los asientos, el baño decorado con la cara del Chavo del 8 y los anuncios de “se renta”.

“Es que como todavía siguen trabajando, se genera polvo, usted lo ve limpio, pero entra mucho polvo”, dijo un hombre que trapeaba junto a una réplica de la Hacienda Santa Lucía donde se concluye el Salón VIP del AIFA.

Afuera de la terminal, más allá de la única pista civil que funciona por ahora, entre las milpas, avanzaba La Bestia, el tren de carga hacia el norte.

“Este es el lugar más solo de la tierra”, dijo la mujer que limpiaba la capilla religiosa en donde hay una cruz y siete bancas de madera.

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La semana pasada, un supervisor de seguridad afirmó que movieron 2 mil 300 pasajeros diarios en el primer mes. Ni la Sedena ni el AIFA confirmaron esa cifra.

Entre los seis vuelos del viernes sumaban 936 asientos y hasta la medianoche del jueves se habían vendido 614.

Mil 228 personas en total, si se suma el mismo número en los de llegada.

Si las cifras del viernes vacacional se mantuvieran, serían menos de 37 mil pasajeros en todo el mes. El 1.2 por ciento de los 3 millones 8 mil 316 pasajeros nacionales e internacionales que reportó el AICM en febrero.

“¿Guadalajara? ¿Guadalajara?”, retumbaba en la planta de abajo. En la sala 105, los empleados de VivaAerobus captaban a los viajeros a gritos. El vuelo VB3281 despegó con el mismo número de asientos ocupados y vacíos, 93.

“Aplicamos a diario unos 180 cuestionarios, la mayoría acepta”, dijo un encuestador en las salas de espera.

“De lo que más se quejan es de la falta de carreteras para llegar hasta acá”, señaló.

Al medio día sólo había dos extranjeros a la vista. Un beliceño para el vuelo a Monterrey de VivaAerobus y un ucraniano para el de Tijuana, por Volaris. A esa hora, ya había curiosos que llegan a conocer, a exclamar qué grande, qué limpio, qué moderno.

En los módulos de información, 500 personas al día piden informes sobre esa obra de más de 70 mil millones.

“Vine a ver si estaba”, dijo una anciana que paseaba a su perrito amarillo en el túnel de llegadas.

Los camiones que en la primer semana llevaban gratis al Museo del Mamut ya sólo se ven los sábados y domingos.

Tampoco se ve el tren que presumió el Presidente el 5 de diciembre en un video.

“No existe”, responden los vigilantes. En un módulo de informes fueron más convincentes: “Es el tren de carga que va a Lechería, se subieron para mostrar la extensión del aeropuerto, pero el Presidente lo dio como parte del AIFA”.

El último vuelo llega de Tijuana a las siete de la noche.

A esa hora los negocios ya estaban cerrados. Los módulos de informes cierran a las diez de la noche, pero después de las cinco de la tarde varias puertas automáticas están bloqueadas.

Cientos de obreros hacen filas de nuevo para el Mexibus. Cientos más entran a la terminal para el turno nocturno. Por eso, oficialmente nunca cierra.

“En las noches trabajamos donde en el día hay pasajeros”, dijo un obrero con casco y chamarra de borreguito. Pero no es por eso por lo que el AIFA nunca cierra, subrayó, orgulloso: “Es un aeropuerto internacional, y un aeropuerto internacional nunca cierra”.

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