MRS / Revista Punto de Vista / 08 de octubre 2025
El anuncio de Adolfo Micalco Méndez, presidente de la Fundación Colosio en San Luis Potosí, sobre la posibilidad de que el PRI explore alianzas rumbo al proceso electoral de 2027, revela un escenario político en plena transformación, tanto en lo nacional como en lo local. A diferencia del discurso central del priismo nacional, que insiste en competir en solitario, el contexto potosino parece demandar una lectura más pragmática: sin alianzas, el tricolor corre el riesgo de diluirse políticamente.
El Partido Revolucionario Institucional enfrenta un doble desafío: mantener su identidad y, al mismo tiempo, redefinir su utilidad política en un mapa dominado por Morena y sus aliados, así como por la reconfiguración del PAN, el PRD y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM). En este marco, la declaración de Micalco Méndez no solo es una postura estratégica, sino también un reconocimiento de que la fuerza priista en San Luis Potosí ya no puede sostenerse sin coaliciones inteligentes que trasciendan el tradicional cálculo partidista.
Hablar de alianzas en San Luis Potosí implica reconocer una realidad política peculiar: el Partido Verde, otrora satélite del PRI, gobierna actualmente el estado bajo el liderazgo de Ricardo Gallardo Cardona, con una estructura territorial sólida y un discurso que ha logrado conectar con amplios sectores. La posibilidad de que el PRI explore acuerdos con ese mismo PVEM —al que hace no tanto acusaba de traición— evidencia una política de supervivencia más que de afinidad ideológica.
En el discurso de Micalco resuena una frase clave: “debemos sacar al narcogobierno de Morena”. Más allá del tono confrontativo, el planteamiento deja ver la narrativa opositora que busca cohesionar fuerzas en torno a un enemigo común. No obstante, en San Luis Potosí, esa estrategia no es tan sencilla. Morena no gobierna el estado, pero su influencia crece en estructuras federales. En otras palabras, el PRI local deberá definir si su objetivo es contener el avance morenista, unirse al gallardismo o reconstruir su base desde abajo.
En el fondo, lo que se juega el PRI en San Luis Potosí no es solo su participación en la elección de 2027, sino su capacidad de seguir siendo un actor relevante en el tablero político regional. Micalco Méndez insiste en que “la militancia está trabajando”, y ciertamente existen esfuerzos por reactivar los comités municipales, pero el desgaste histórico del partido, sumado a la fuga de cuadros y al desencanto ciudadano, exige algo más que movilización: una narrativa renovada que recupere la confianza social.
Si el PRI opta por ir solo, se enfrentará a la posibilidad de quedar relegado a un papel testimonial. Si decide construir alianzas —incluso con actores impensables— podría asegurar una cuota de poder que le permita sobrevivir políticamente. El dilema, sin embargo, no es sólo táctico, sino moral y programático: ¿puede un partido que alguna vez representó la institucionalidad del Estado aliarse con fuerzas que hoy simbolizan la ruptura del viejo régimen?
De aquí a 2026, el PRI potosino tendrá que definir su identidad y su propósito. Las decisiones que se tomen no solo marcarán su futuro inmediato, sino también la posibilidad de que el tricolor vuelva a ser una voz con peso político en San Luis Potosí o quede reducido a un eco del pasado.
En política, como en la vida, la supervivencia no siempre significa victoria, pero sí puede ser el primer paso hacia una reinvención necesaria.
