Farmacias del Bienestar: ¿solución estructural o paliativo con rostro social?

JCCN / Revista Punto de Vista / 10 de diciembre 2025

El anuncio de las Farmacias del Bienestar por parte de la presidenta Claudia Sheinbaum ha despertado una mezcla compleja de emociones en la opinión pública: esperanza entre quienes más necesitan un acceso sencillo a medicamentos esenciales, y escepticismo entre quienes recuerdan los episodios recientes de desabasto en el sistema público de salud. Frente a un país fatigado por promesas incumplidas, el debate no es menor. La pregunta de fondo es si este nuevo modelo representa un cambio real en la política sanitaria o si estamos ante otro intento de cubrir una falla estructural con soluciones visibles pero insuficientes.

El programa, en su fase inicial, contempla la instalación de 500 módulos en el Estado de México y un catálogo de 22 medicamentos que, según el gobierno, cubren el 80 por ciento de las necesidades típicas de adultos mayores. La operación es simple: brigadas médicas visitan casas, emiten recetas con folio, y el paciente acude al módulo asignado a surtir sus medicamentos sin filas ni burocracia adicional. La idea central es noble y responde a una realidad innegable: miles de personas en México no pueden costear sus tratamientos o dependen de un sistema público que ha fallado repetidamente en garantizar el abasto más básico.

Sin embargo, la reacción ciudadana ha sido ambivalente. Entre adultos mayores y personas con discapacidad, el anuncio generó un sentimiento de alivio y esperanza, pues promete resolver una necesidad inmediata y cotidiana. Pero en redes sociales y foros abundan críticas mordaces. Muchos usuarios cuestionan la apariencia improvisada de los módulos, comparándolos con carritos de mercado o estructuras temporales que no transmiten confianza para almacenar medicamentos con criterios sanitarios adecuados. Otros señalan, con ironía o frustración, que “tenía más medicinas mi abuela en su cajón”, insinuando que el catálogo limitado no responde a la complejidad real de las enfermedades crónicas en México.

Las observaciones de expertos en salud pública tampoco han sido indulgentes. Especialistas advierten que, aunque la intención es correcta, la implementación despierta dudas serias: insuficiencia en la variedad de medicamentos, posibles fallas en la cadena de frío, riesgos regulatorios y la dependencia de Birmex, una institución con antecedentes de opacidad y problemas logísticos. A esto se suma el temor de que las Farmacias del Bienestar se conviertan en una estructura paralela que opere al margen de los estándares que rigen a las farmacias formales, lo cual puede comprometer la seguridad del paciente y la calidad del servicio.

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Otra preocupación relevante es la sostenibilidad. La distribución gratuita de medicamentos esenciales implica recursos constantes, supervisión rigurosa, transparencia en las compras y un sistema logístico que responda a la demanda en tiempo real. Hasta ahora, la información disponible se enfoca más en el anuncio político que en los mecanismos concretos para evitar que el proyecto repita los errores de iniciativas pasadas, cuyo fracaso terminó repercutiendo directamente en pacientes vulnerables.

El contraste entre la intención social y las dudas operativas crea un clima de incertidumbre que el gobierno deberá enfrentar con hechos, no con narrativa. La población mexicana, especialmente la que carece de seguridad social, ha vivido demasiado tiempo entre promesas bien intencionadas y realidades quebradas. Y aunque la esperanza es un recurso poderoso en política pública, por sí sola no llena surtidos, no regula instalaciones y no corrige deficiencias logísticas.

Las Farmacias del Bienestar, como concepto, pueden ser un paso en la dirección correcta si se convierten en una política sostenida, transparente y técnicamente sólida. Pero si se quedan en módulos improvisados con un catálogo limitado y dependencia de estructuras inestables, corren el riesgo de convertirse en un símbolo más de la distancia entre lo que el gobierno promete y lo que las instituciones pueden cumplir. La prueba real no será el anuncio ni la inauguración, sino el día a día: si los pacientes encuentran lo que necesitan, si el abasto se mantiene y si el sistema logra adaptarse a la diversidad de necesidades médicas del país.

En un entorno donde la salud pública sigue siendo una herida abierta, las Farmacias del Bienestar representan una oportunidad, pero también una responsabilidad. El tiempo dirá si este esfuerzo se consolida como un modelo de acceso digno a medicamentos o si termina archivado en la larga lista de programas que nacieron con entusiasmo y murieron por falta de estructura.

jccruzn@revistapuntodevista.com.mx

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