Gobierno impulsa tecnología para ayudar a los 42 millones de mexicanos no bancarizados

La administración del presidente Andrés Manuel López Obrador anunció recientemente medidas destinadas a hacer más asequibles los servicios financieros en una nación donde más de la mitad de la población no tiene una cuenta bancaria.

El gobierno está planeando un sistema de pagos digitales, ejecutado y construido por el banco central, que permitirá a los mexicanos realizar y recibir pagos a través de sus teléfonos inteligentes de forma gratuita. Y estima lanzar un programa piloto para la plataforma, conocida como CoDi, en marzo.

“No va a haber necesidad de tener un banco en el sentido tradicional establecido”, dijo Arturo Herrera, el subsecretario de Hacienda en México en una entrevista con Reuters. “El teléfono se va a convertir en el banco”.

La banca telefónica ha demostrado ser un éxito entre los pobres en otros mercados emergentes como China, India y Kenia. Esos esfuerzos han sido impulsados por compañías del sector privado que ofrecen aplicaciones accesibles y fáciles de usar.

Queda por verse si el sistema estatal de México será ágil y simple de usar.

Pero en un principio requerirá la ayuda de los mismos bancos que por décadas han excluido a los mexicanos de bajos ingresos con sus comisiones caras porque para usar CoDi, los consumidores deben tener una cuenta en una entidad que participe del sistema de pagos interbancarios local, que alimentará la plataforma.

Eso pone a los mexicanos que no cuentan con servicios bancarios ante una situación paradójica: tendrían que abrir cuentas que no pueden costear o, para empezar, no quieren.

Se estima que 42 millones de mexicanos no tienen cuentas bancarias. Las altas comisiones y los escándalos pasados han alejado a muchos de los bancos tradicionales y algunos rechazan las cuentas para mantenerse fuera del radar del fisco.

Otros obstáculos que enfrenta la nueva plataforma incluyen la irregular infraestructura de telecomunicaciones en México. Si bien la cobertura de telefonía celular y de Internet ha mejorado en los últimos años, aún está ausente en muchas áreas remotas.

“México tiene muchos de los ingredientes clave para tener éxito, pero no está garantizado”, dijo Monica Brand Engel, socia de Quona Capital, una firma global de capital de riesgo que invierte en fintechs enfocada en la población no bancarizada en mercados emergentes.

Mirar al mundo

Esas barreras complican el crecimiento de México. El agricultor cafetalero Martín Romero es un buen ejemplo de por qué.

Su pequeña ciudad en el estado Oaxaca, una de las más pobres en el sur de México, no tiene sucursal bancaria. Romero paga en efectivo, viaja horas para cancelar facturas y no puede ahorrar ni pedir prestado para gastos mayores.

“Claro que sí me gustaría tener una cuenta bancaria”, dijo. “Así podríamos ahorrar lo poco que se gana acá”.

Mientras muchos mexicanos aplauden el empuje de López Obrador, algunos ejecutivos de fintech se quejan de que se están quedando afuera de la jugada.

Jaime Cortina, director general de operaciones y sistema de pagos de Banco Central de México, dijo que el objetivo era desarrollar un método de pago en el que los mexicanos pudieran hacer transacciones entre ellos, en tiendas y compras en línea.

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Las fintechs que deseen unirse necesitan una licencia de institución de pago electrónico, un trámite que los nuevos participantes temen que pueda demorar hasta un año.

Los miembros actuales incluyen instituciones establecidas como Bancomer, Banco Santander de BBVA y Citibanamex de Citigroup Inc.

Adolfo Babatz, director general de Clip, una aplicación de pagos electrónicos, dijo que el gobierno debería estar buscando a los empresarios de tecnología financiera para llevar una verdadera innovación al sistema, no a los bancos que se han beneficiado de las altas barreras de entrada.

Su compañía, con sede en Ciudad de México, ha creado un lector de tarjetas de crédito móvil de bajo costo que se adapta a los teléfonos inteligentes. México debería “mirar los ejemplos del resto del mundo”, dijo.

En Kenia, por ejemplo, el sistema de pago móvil M-Pesa fue lanzado en 2007 por una empresa privada, el operador de redes móviles Safaricom. M-Pesa ahora sustituye a una cuenta bancaria tradicional para millones de usuarios.

En China, cientos de millones de consumidores no bancarizados han acudido a Alipay, la aplicación de pago propiedad de Ant Financial, afiliada de Alibaba.

Economía informal

La banca de bajo costo por sí sola no puede hacer mucho para atraer a los mexicanos de bajos ingresos. Casi el 57% de ellos trabaja en la economía informal, según datos del gobierno, y se estima que el 90% de las transacciones se realizan en efectivo.

“(Hay) gente que no quiere ser fiscalizada porque viven en la economía informal”, dijo Carlos López, director de estrategia minorista y nuevos negocios digitales de BBVA Bancomer, el banco más grande de México.

Herrera, el subsecretario de Hacienda, dijo a Reuters que el gobierno está haciendo esfuerzos para disminuir el uso de efectivo en México, reducir el lavado de dinero y la corrupción, y para atraer a más personas a la economía formal.

El funcionario dijo que la administración planea hacer la transición al depósito directo o a las billeteras digitales para otorgar beneficios de asistencia social durante los próximos 18 meses. Ahora, muchos dependen de tarjetas emitidas por el gobierno que pueden usarse en cajeros automáticos para retirar sus beneficios en efectivo.

También mostró su optimismo de que las empresas fintechs traerán la competencia necesaria al negocio de transferencia de dinero, reduciendo el costo de las remesas enviadas a casa por los mexicanos en el extranjero.

Pero incluso en la cosmopolita Ciudad de México, un futuro de pagos sin efectivo parece muy lejano para personas como Paula Martínez, que vende dulces tradicionales, chicles y cigarrillos en una canasta en el moderno barrio de Roma.

La madre de tres hijos no tiene una cuenta bancaria, y dice que ella y su esposo nunca lo han considerado.

“Lo que ganamos no es suficiente”, dijo.

Fuente: https://www.eleconomista.com.mx

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