La contradicción de la unidad en la Cuarta Transformación

MRS / Revista Punto de Vista / 05 de Marzo 2025

Desde su llegada al poder, Morena y el movimiento encabezado por la autodenominada Cuarta Transformación (4T) han construido su discurso en torno a la división. La retórica del “pueblo bueno” contra las “élites corruptas”, los “fifis” contra los “chairos”, o la criminalización de quienes disienten ha sido un pilar de su estrategia política. Hoy, frente a presiones externas —como los recientes embates comerciales de Estados Unidos—, el mismo gobierno que alimentó la polarización clama por “unidad nacional”. La paradoja es evidente: ¿cómo exigir cohesión social cuando durante siete años se ha sembrado el desprecio hacia millones de mexicanos?

La narrativa de la 4T nunca ha sido incluyente. Desde 2018, sus líderes han estigmatizado a críticos, periodistas, académicos, organizaciones civiles y hasta ciudadanos comunes como “neoliberales”, “traidores a la patria” o “parte de la mafia del poder”. Este lenguaje no es casual: busca simplificar la complejidad política en una lucha maniquea entre el bien (ellos) y el mal (los otros). La estrategia, similar a la empleada por figuras como Donald Trump —a quien hoy critican por proteccionismo—, ha sido eficaz para movilizar bases, pero devastadora para el tejido social.

La pregunta es obligada: ¿por qué, de pronto, la unidad es un valor prioritario? ¿Acaso no fueron ellos quienes normalizaron el insulto en la mañanera, ridiculizaron protestas legítimas o descalificaron instituciones electorales cuando no les favorecían? La división fue funcional para consolidar un proyecto de poder, pero ahora, ante desafíos que requieren consensos amplios —como una posible guerra comercial—, la retórica cambia.

Resulta difícil olvidar que, en 2019, el presidente López Obrador calificó a sus opositores como “adversarios” de la transformación, insinuando que defendían intereses extranjeros. Tampoco se puede ignorar cómo se ha minimizado la violencia contra activistas o periodistas críticos, o cómo se ha usado el aparato estatal para hostigar a opositores. La unidad que hoy proclaman parece condicionada: unirse, sí, pero bajo sus términos, sin cuestionar sus decisiones ni su relato.

Lee:  Del PRI a Morena: el reciclaje político en la 4T que redibuja el mapa del poder

Es un error reducir la crítica a un tema partidista. La división que hoy lastima a México no es culpa exclusiva de un solo grupo, pero es innegable que la retórica oficial ha exacerbado las tensiones. Cuando un gobierno deslegitima sistemáticamente a quienes piensan distinto, está minando las bases de la democracia. La pluralidad no es un estorbo: es el corazón de un sistema republicano.

Si Morena y la 4T desean realmente unir al país, el primer paso sería reconocer su responsabilidad en la fractura social. Unidad no significa silenciar críticas ni imponer una visión única, sino construir puentes a partir del respeto. Requeriría dejar de satanizar al otro y aceptar que las diferencias son parte de la democracia, incluir a voces diversas en la toma de decisiones, no solo a aliados ideológico y asegurar que críticos y opositores puedan expresarse sin temor a represalias.

México no puede permitirse seguir dividido. Pero la unidad no se decreta: se gana con acciones, no con discursos oportunistas. Si la 4T insiste en gobernar solo para su base, mientras ignora o agravia al resto, la brecha seguirá creciendo. La patria no es de un solo grupo: es de todos. Y reconstruirla exigirá algo más que consignas vacías.

mrenzi@revistapuntodevista.com.mx

Nota Completa
Back to top button