‘La pandemia revela la poca importancia que se le ha dado a la salud’: González Valerio

Crisis como la generada por el Covid-19 no dejan lecciones morales ni éticas, dice María Antonio González Valerio (1977). Para la académica de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, la pandemia nos pone frete a diversos tipos de crisis que para ser superadas requieren del compromiso personal e institucional.

Autora de los títulos Sin origen/Sin semilla y El arte develado. Consideraciones estéticas sobre la hermenéutica de Gadamer, la filósofa destaca que la fantasía contemporánea de que más ciencia, más tecnología y más medicina nos van a salvar de la muerte se hace manifiesta con esta crisis.

¿Qué tipo de crisis ética o moral plantea la pandemia?

En términos éticos, esta pandemia nos pone frente a diversos tipos de crisis: personales, familiares, grupales, sociales, globales.  Nos pide comprometernos éticamente en lo más íntimo, en la capacidad que tenemos de hacernos cargo de nuestra propia persona, de tener serenidad, compasión, justicia y sabernos comportar a la altura de las circunstancias. En el otro extremo nos pide también solidaridad global, con una comunidad que quizá es lejana y no conocemos pero que sabemos que está allí.

¿Hasta dónde llega la responsabilidad de lo humano? ¿De qué somos nosotras responsables? ¿De qué podemos responder? Estas preguntas son complicadas y es fundamental no confundirlas con la culpa. Más que intentar dar una respuesta, hago una invitación a la reflexión, pues a cada quien le toca ponderar y juzgar esas preguntas. Las preguntas filosóficas son una indicación y un sendero, y no problemas que haya que resolver con definiciones y conceptos.

La responsabilidad es inmensa y requiere que éticamente podamos ver más allá de lo propio y sus condiciones más cercanas. Por ejemplo, dentro de las familias la demanda ética es muy alta y requiere una auto vigilancia para no violentar a las otras y los otros en estos momentos de suma tensión. También hay una demanda ética para con el barrio en que habitamos y del que dependemos, no solamente con sus comercios y servicios, sino también con la generación de redes de apoyo vecinal.

Tampoco hay que confundirnos y pensar que es una responsabilidad que ataña exclusivamente ni de manera inmediata a los individuos. Lo que sobretodo está en juego es el compromiso moral de las instituciones nacionales e internacionales, a las que hay que demandarles que actúen con justicia, certeza y transparencia.

Si partimos de que el impacto de la pandemia depende en parte, al menos, de las condiciones económicas o políticas de un país o sociedad, ¿qué podemos esperar para México?

Las respuestas en el sentido del “pueblo mexicano” que generalizan a partir de idiosincrasias ficticias me parecen irresponsables. El “pueblo” de México ha reaccionado de diferentes maneras ante las crisis, por ejemplo, solidaria pero también abusivamente. Y las condiciones e historias de los distintos grupos que habitan este territorio no pueden ser obliteradas a favor de una homogeneidad en el comportamiento y en la mentalidad.

Atrás de esta crisis por el coronavirus parece haber un conflicto ético: salud vs. Capital.

Yo no llamaría eso un conflicto ético porque en realidad no lo hay. La pregunta de por qué los sistemas de salud no son suficientes cuando sí podrían serlo tiene que ver más con las prioridades inmorales que han tenido los Estados. Pueden hacer números y hablar de economía, pero simplemente es inmoral. Allí no debería haber cálculos, sino igualdad.

En este país de extremos la salud se compra. ¿Por qué nuestras instituciones no han cuidado y no les ha importado cuidar esto? ¿Por qué no les hemos exigido que haya un sistema de salud universal, suficiente y digno?

Lo que la pandemia está revelando de manera dolorosa y clara a la vez es la poca importancia que se le ha concedido a un tema que debería ser básico.

Otro tema a considerar es que aun cuando los sistemas de salud fueran suficientes -¡y tendrían que serlo!, no hay que dejar de insistir en eso- la muerte será inevitable y hay que asumir el duelo que tendremos que hacer. La fantasía contemporánea de que más ciencia, más tecnología y más medicina nos van a salvar de la muerte se hace manifiesta con esta crisis. La esperanza está puesta en que descubran rápido el tratamiento, que sigan haciendo las pruebas, que se inventen pronto una vacuna, que haya algo que evite la muerte. Y esto tiene que ver con la relación que culturalmente hemos tenido con nuestra propia finitud, la cual no hemos sabido asumir. Nos queda mucho trabajo por hacer ahí sí en términos éticos para aprender a tener otra relación con nuestra propia mortalidad y la de nuestros seres amados.

¿Es una paradoja que el aislamiento individual sea una forma cuidar al colectivo?

Por un lado, hablar de aislamiento individual revela las formas de habitación que hemos elegido sobre todo en las ciudades y eso da que pensar. En vez de aislarse en familia o en cualquier otro tipo de agrupación, mucha gente urbana se aísla en solitario porque vive en solitario. La pregunta larga tendría que ver con estos modos de habitación elegidos que ya de por sí aíslan, además de que implican consumir un montón de recursos y servicios de manera individual.

Por otro lado, el aislamiento físico no significa -y ahora menos que nunca- el aislamiento social. La gente que tiene posibilidades de comunicación a través de internet o del teléfono no ha dejado de comunicarse en estos días de encierro. Incluso se ha exacerbado. Entre el whatsapp y el zoom una está constantemente rodeada de las otras voces. Y esto también abruma. Casi nadie sabe callar. Casi nadie sabe habitar pausadamente escuchando la propia respiración y el diálogo del alma consigo misma. Pero para encontrar serenidad también hay que saber estar en verdad con una misma.

El imperativo de cuidar a los demás para cuidarnos a nosotros mismos, ¿es una de las lecciones de esta pandemia?

Este tipo de crisis no deja lecciones morales ni éticas, en mi opinión. Dejan trauma y desasosiego. Nos dejan más trabajo por hacer con nosotras mismas. Pero ese trabajo es continuo y depende de una vida largamente meditada y reflexionada. No es cosa de transformarse en unos días por tener el miedo y la angustia subidos hasta el cuello. Eso en todo caso es reaccionar y sobrevivir. Lo demás es esforzado y pausado. Sin duda, quien ha trabajado mucho en sí misma podrá afrontar la crisis con más serenidad y con más justicia que quien no lo ha hecho.

En todo caso la pregunta tendría que ser personalísima, ¿qué nos lleva a ser la mejor versión de lo que somos y podríamos ser?, ¿cuándo soy esa mejor versión?

A partir de la pandemia se plantea también una reflexión que atraviesa la biología, la política y la ética.

Una de las cosas que esta pandemia está poniendo en evidencia es que lo biológico es ético y político, que la vida humana no se da de manera separada. Durante el siglo XX la biología en general estuvo defendiendo un paradigma gencéntrico que hacía pensar que lo biológico era determinante y que los genes eran los responsables y causantes biológicos de los organismos y hasta de sus comportamientos. Hubo un largo debate acerca de si somos lo que somos por naturaleza o por cultura. Y ese debate sigue teniendo mucha vigencia en la actualidad.

Cuando vemos la vida humana amenazada por un patógeno, como este virus en particular, parecería que se trata de un asunto biológico en el que un patógeno se instala y mata a su hospedero. El virus ataca indistintamente, sin diferencia de clases sociales o nacionalidades. El virus nos iguala y nos hace a todas y todos vulnerables. Expone la fragilidad de nuestra vida biológica y es esa la que estamos tratando de conservar.

Pero este argumento es falso, porque nada de lo humano se da al margen de lo cultural y de lo político, ni siquiera los genes. Nuestros cuerpos están ya siempre conformados socialmente y entregados a condiciones culturales de diferenciación. La vida humana que nos aparece al filo de la enfermedad Covid-19 es una que es diferenciada por sus posibilidades de supervivencia, por ejemplo, los ancianos que son dejados de lado y que son vistos casi como desechables; por ejemplo, las personas diabéticas que están en más riesgo si se enferman y cuya diabetes está en gran medida relacionada con condiciones de malnutrición y desnutrición en nuestro país; por ejemplo las personas en el mundo en condiciones de pobreza, a quienes les será más difícil el acceso a un ventilador.

Para la condición humana lo biológico, lo ético y lo político son interdependientes.

En un país como México, donde la violencia de género está a la orden del día, ¿este confinamiento en casa qué puede representar? ¿No habría que hacer una campaña para evitar que escale en un contexto como el actual?

Sin duda alguna. Tendría que haber una campaña nacional acerca de la violencia de género, porque es probable que los grupos vulnerables sean todavía más violentados cuando aumenten las tensiones. Tendría que haber prevención y asistencia para estos casos. Y tenemos que ser más vigilantes de nuestros comportamientos, y estar dispuestas a ayudar y a tender la mano.

Y no solamente violencia de género, el tema del abuso infantil también estará presente en las siguientes semanas.

El tema de la violencia doméstica tendría que estar ya presente en las comunicaciones del gobierno.

¿Habrá algo que cambie para siempre con esta pandemia?

A la filosofía se le da mal la prospección. Lo que sí podemos hacer es analizar las condiciones de surgimiento de la pandemia, las cuales son biológicas y culturales al mismo tiempo, en donde decisiones políticas, económicas y ecológicas han estado en juego desde antes. Mucho de esto y de las otras epidemias recientes y futuras está relacionado con la alimentación, la agroindustria, la deforestación creciente y masiva, el consumo clandestino de carne de animales salvajes, la pérdida de hábitat de ciertos animales, la producción masiva e industrial de animales para su consumo humano; todo eso afecta las relaciones entre patógenos y hospederos, entre sistemas inmunológicos y hábitos de consumo. Mucho de esto y de las otras epidemias recientes y futuras está relacionado con la corrupción en los controles de producción de alimentos y de venta de animales salvajes, con el comercio y el intercambio de mercancías, con el turismo, con la precariedad de los sistemas de salud, con la carestía de condiciones mínimas de higiene para una buena parte de la población mundial, con los vehículos y el movimiento, etc.

Ni el cambio climático ni esta pandemia parece que lograrán cambiar las agendas mundiales, y es que este es un tema global que tampoco se resuelve con un poco de voluntad y con un poco de acción. Hay condiciones históricas, sociales y políticas de producción que están fuertemente imbricadas en todo esto. Hay capitalismo y eso, ¿cuándo y cómo lo vamos a cambiar? No sé, pero hay que seguir resistiendo.

Fuente: http://www.aristeguinoticias.com

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