En una impactante muestra de insensibilidad y desconexión con la realidad, mientras dos jóvenes perdían la vida y más de quince resultaban heridos en el antro Rich de la capital potosina, el alcalde reelecto Enrique Galindo y su equipo de colaboradores celebraban su triunfo electoral en un salón de la zona dorada. La fiesta, organizada por Fernando Chávez, reunió a prácticamente todo el gabinete municipal, incluido el director de Protección Civil Municipal.
Es inadmisible que aquellos encargados de velar por la seguridad y el bienestar de la ciudadanía estuvieran celebrando mientras ocurría una tragedia de tal magnitud. La negligencia e irresponsabilidad de estos funcionarios es indignante y plantea serias dudas sobre sus prioridades y su compromiso con su deber.
La responsabilidad de un funcionario público no termina cuando se apagan las cámaras de la campaña electoral. Es en los momentos de crisis cuando se revela la verdadera calidad de un líder. ¿Dónde estaban esos líderes mientras sus ciudadanos enfrentaban el caos y el horror en el Rich? La respuesta es desalentadora: estaban festejando, ajenos a la tragedia que se desarrollaba a pocos kilómetros de distancia.
El director de Protección Civil Municipal, cuya función principal es precisamente la de prevenir y manejar emergencias, debería haber estado en el lugar del incidente, coordinando esfuerzos de rescate y asegurando que se brindara la atención necesaria a los afectados. Su ausencia no solo es una falta de profesionalismo, sino también un acto de irresponsabilidad que podría tener consecuencias legales y éticas.
El alcalde Enrique Galindo, al igual que sus colaboradores, debe rendir cuentas por esta muestra de indiferencia. La confianza depositada en él por los votantes no solo se basa en su capacidad para ganar elecciones, sino también en su capacidad para liderar y proteger a la comunidad en tiempos de necesidad. Esta trágica noche ha demostrado una preocupante desconexión entre el alcalde y los ciudadanos a quienes juró servir.
Además, la fiesta organizada por Fernando Chávez en la zona dorada mientras se desarrollaba una tragedia en la ciudad plantea preguntas sobre la ética y la moralidad de nuestros líderes. ¿Es aceptable que nuestros funcionarios celebren mientras sus ciudadanos sufren? La respuesta debe ser un rotundo no. La decencia humana y el sentido común dictan que, en momentos de tragedia, nuestros líderes deben estar al lado de su pueblo, no disfrutando de una celebración.
Es necesario que se realice una investigación exhaustiva sobre la respuesta de las autoridades municipales a esta tragedia y que se tomen las medidas necesarias para garantizar que algo así no vuelva a ocurrir. La memoria de los jóvenes fallecidos y el dolor de los heridos merecen justicia, y la ciudadanía merece líderes que realmente estén comprometidos con su seguridad y bienestar.
La tragedia del Rich debería ser un llamado a la reflexión para todos los que ocupan cargos públicos. La celebración de una victoria electoral nunca debe estar por encima del deber de proteger y servir a la comunidad. En tiempos de crisis, necesitamos líderes que estén presentes, que actúen con responsabilidad y que demuestren que realmente se preocupan por aquellos a quienes representan.