MRS / Revista Punto de VIsta / 05 de Diciembre 2023
El discurso anticorrupción del presidente López Obrador ha sido elogiado por su protagonismo sin precedentes, pero al despojarlo de las capas retóricas, emerge una realidad preocupante: una gestión marcada por graves deficiencias y promesas incumplidas en la lucha contra la corrupción en México.
La contundente afirmación de que el 78% de las acciones necesarias para combatir la corrupción ha sido ignorado por la administración actual es más que un simple número; es un reflejo de la brecha abismal entre las promesas y la realidad. ¿Dónde están las acciones que respaldan las palabras del presidente? Parece que se han extraviado en el laberinto de la retórica política.
El análisis revela también que al menos 14 leyes, esenciales para fortalecer el marco legal anticorrupción, permanecen inalteradas. La pregunta evidente es: ¿cuál es la verdadera voluntad política para abordar un problema arraigado en las entrañas del sistema? La falta de modificación legislativa sugiere una apatía preocupante hacia cambios estructurales, dejando intactas las raíces del problema.
La corrupción en México no es simplemente un tópico de discusión política; es un cáncer social que socava los cimientos del país y obstaculiza el crecimiento económico. La falta de medidas eficaces para combatirla socava la confianza ciudadana en las instituciones, perpetuando un ciclo destructivo de desconfianza y descontento.
El presidente ha afirmado en múltiples ocasiones que la corrupción es uno de los males que más afectan a México, y los ciudadanos han asentido con preocupación. Sin embargo, las palabras deben respaldarse con acciones concretas, y hasta ahora, las acciones parecen limitarse a discursos grandilocuentes y promesas incumplidas.
Es cierto que la corrupción ha sido un tema recurrente en mensajes electorales y gubernamentales, pero la verdadera medida del compromiso de una administración radica en sus acciones, no en sus palabras. La falta de avances significativos plantea dudas legítimas sobre la seriedad con la que se toma la lucha contra la corrupción.
En este contexto, el discurso anticorrupción del presidente López Obrador adquiere tintes de farsa. Se presenta como un defensor infatigable de la integridad, pero los hechos sugieren que la retórica no se traduce en medidas efectivas. México merece más que un espectáculo político; merece un compromiso real con la erradicación de la corrupción.
A medida que la corrupción sigue siendo uno de los principales problemas para los ciudadanos, es hora de que la administración deje de lado las palabras vacías y se enfrente de manera genuina a este desafío. La verdadera evaluación de las políticas anticorrupción no se mide en discursos, sino en acciones tangibles y cambios legislativos que fortalezcan el sistema y restauren la confianza ciudadana. La retórica sin respaldo es simplemente una cortina de humo que no puede ocultar la realidad tangible de una lucha anticorrupción que aún está por dar sus primeros pasos reales.
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