MRS / Revista Punto de Vista / 12 de Diciembre 2023
En un gesto que ha generado controversia y críticas, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), expresó sus condolencias y presentó sus respetos a la familia de Joaquín “El Chapo” Guzmán, cuya madre falleció recientemente. Ante este acto de simpatía, cabe preguntarse si ese mismo respeto se extendió a otras situaciones igualmente dolorosas que han afectado a diferentes sectores de la sociedad mexicana.
AMLO declaró que “toda persona que fallece merece respeto”, una afirmación que, sin duda, resuena con una verdad universal. Sin embargo, sus palabras contrastan con su actitud previa ante la tragedia de los cinco jóvenes asesinados en Guanajuato. En ese momento, el presidente los acusó de drogadictos y minimizó sus muertes al afirmar que habían perecido debido a problemas de drogas.
Es difícil no ver una paradoja en el trato diferencial que ha dado el mandatario a estas dos situaciones lamentables. Mientras que el gesto hacia la familia del Chapo refleja empatía y respeto, las declaraciones sobre los jóvenes en Guanajuato revelan una percepción estigmatizadora y despectiva.
La tragedia en Guanajuato dejó a cinco familias destrozadas, enfrentando el dolor de perder a sus seres queridos en circunstancias violentas. La respuesta inicial del presidente, en lugar de brindar consuelo y apoyo, contribuyó a perpetuar estigmas y prejuicios. Al etiquetar a las víctimas – sin mostrar prueba alguna – como drogadictos, AMLO no solo irrespetó su memoria sino que también socavó la gravedad del problema de violencia que afecta a muchas regiones del país.
Como sociedad merecemos un liderazgo que aborde todas las tragedias con empatía y justicia, independientemente de las circunstancias o prejuicios asociados. El respeto a la vida y a la dignidad humana debería prevalecer de manera consistente, sin discriminación ni preferencias basadas en la percepción pública o el estigma asociado a ciertos individuos.
La paradoja en los actos y palabras de AMLO destaca la necesidad de un enfoque más equitativo y compasivo hacia todas las víctimas de la violencia en México. En lugar de perpetuar estigmas, el presidente tiene la oportunidad de liderar con empatía y promover un cambio positivo en la percepción de los desafíos sociales que enfrenta el país. Solo a través de un enfoque inclusivo y respetuoso se pueden construir puentes hacia una sociedad más justa y solidaria.
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